Published enero 20, 2017 by

15 de enero

Guardaba en mi corazón
un cenicero sobrado de malos augurios.
Dormitaban esperando digna inhumación
las cenizas que fumé durante gélidos océanos de invierno
abotagados de indiferencia,
incombustibles en la chimenea de un olvido;
abrasadoras caladas de veranos sin lunas
al recaudo de sombrillas rencorosas
en una playa de melancolías maleducadas;
encendidas primaveras de un paraíso arduo y peliagudo
que me aislaba tras un cristal de silencios;
brasas abandonadas en el ahogo de otoños
que dormitaban bajo árboles inermes,
huérfanos de abrazos olvidados por el sol.

Por eso, cuando te vi, amor,
en ese paraíso de sueños imposibles
con el cigarrillo que besaste para mí
dejé de fumar malos recuerdos
para apropiarme del que rozaste con los labios,
así que fui a darle sepultura a las viejas cenizas
en el embarcadero del olvido.

Ese cenicero que conservo
abraza ahora tus inviernos,
tus primaveras y tus otoños y tus estíos,
hasta que las cenizas que ahora encarno
vivan siempre abrazadas a la memoria
de los besos que sellas en cada calada.


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© Daniel Moscugat, 2017.
® Texto protegido por la propiedad intelectual. 

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