Published marzo 22, 2017 by

Náufragos del paraíso

Esta es la pequeña historia de un poema que comencé a pergeñar en 1998 y acabó de formarse en 2012. No, nada tiene que ver con que le diese vueltas y más vueltas hasta que acabase por dejarlo vivir. Esta pequeña historia que comienza con la tragedia de la primera patera que no terminó de cruzar el estrecho de Gibraltar y que se cobró la vida de 13 ciudadanos marroquíes (a posteriori fueron algunos más, la memoria a veces juega alguna mala pasada que otra y mi recuerdo estribaba en que eran más vidas humanas las esparcidas por las aguas del estrecho y playas gaditanas, aunque sí fueron rescatadas 17 personas que se salvaron que aquel desastroso naufragio). Allí quedaron varados los sueños y las esperanzas de un futuro mejor y allí quedó el amor de los seres queridos que dejaban atrás, desmoronado, deconstruido, desparramado por el mar, sin vida. En aquel momento comprendí que algún tipo de compromiso había que contraer con la sociedad que estábamos pariendo todos esos países que nadábamos en la abundancia y que sobre todo Europa tanto debía a ese continente que seguirá pidiendo lo que le pertenece. Se me quedó grabada la imagen de un cadáver enclavado en la arena de la playa, parecía desmembrado aunque sus piernas y brazos descansaban sepultadas bajo la arena.

Me sentí obligado a percutir con unos versos, quitarme un poquito de ese dolor garabateándolo en el papel. Y ahí quedó, en un folio en blanco tintado de alguna otra cosa por el reverso. Di mil vueltas a aquella primera idea, taché y reescribí nuevos versos. Y por dejadez o por hastío lo abandoné en un cajón hasta varios años después, cuando me impactó otro de esos naufragios que deja esparcidos por la arena semillas muertas de esperanza (entre aquellos meses de finales del 2006, cuando volví a retomar el pulso a esta cosa de escribir). Volví a repasarlo, a construir y deconstruir con total fidelidad hacia aquéllos pobres seres humanos que solo querían un mundo mejor para ellos y sus familias y encontraron la muerte. Pero aún no me convenció y a pesar de haberle dado mil vueltas más volvió a descansar, esta vez en la carpeta del limbo para mejor ocasión. Retomé este poema que por fortuna (quien sabe si no desventura) rescaté del olvido y volví a reescribir varias veces. Al final lo di por concluido en 2012 y tal vez podría volver a corregir, aunque persigo el instinto de mi fuerza de voluntad obedeciendo sus pequeños consejos cuando me dictamina que he de abandonar tal y como está cuando encuentro dificultad en la corrección. Y así, tal y como las emociones dictaminaron, quedaron plasmados en estos versos libres. Espero y deseo la indulgencia del lector y emplazo a que realice todas las cuestiones considere necesarias de aclarar.


NÁUFRAGOS DEL PARAÍSO


Se retuerce el dolor de la despedida...
sobre la piel se esparce como gangrena
alimentada con los despojos
de un corazón deconstruido;
aliento de vida que huye
de una inocencia ahogada en el mar.

Nadar, hacia el confín,
hacia la eternidad,
hacia lo que nunca fue
ni será.
La gangrena engulle
abrazos y piernas,
se esparce por la piel de la esperanza.

Por más que busco no encuentro.
Perdidos los pedazos del corazón
por el mar que nos separa,
esos pedazos que descansan
en la profundidad del paraíso,
de ese paraíso de puertas de acero
y estrellas de fuego.


© Daniel Moscugat, 2012.
© La paradoja del salmón (inédito).
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