Published enero 28, 2022 by

Dos no se pelean si uno no quiere


Estimados amigos... otra vez por aquí. Llevaba desde el año pasado sin escribir una sola letra y me he animado, dadas las circunstancias. Dicen que, al parecer, tenemos guerra a la vista. Y dicen que dos no se pelean si uno no quiere. Sin embargo, en este conflicto ucraniano-ruso hay muchos actores condicionantes y, aunque uno de los actores no quiera, el resto parece que entran o quieren entrar al trapo.

Como siempre, la memoria cortoplacista de la política, sumada a la amnesia permanente del ser humano, está animando a todo el mundo a tirarse de los pelos (el que los tenga, claro), y a gritar por las esquinas el famoso NO A LA GUERRA que vino dada de raíz por la semilla de una fake new propulsada por varios incautos, con la prosopopeya de un bigote añadido. Al parecer, en estos momentos, Europa y EE. UU. se rasgan las vestiduras por la amenaza de Rusia de invadir el este de Ucrania. El nuevo Soviet fascista no quiere que se su vecino se adhiera a la OTAN, incluso exige que otros países del este, ya inscritos, se desvinculen. Dicho sea de paso, a los iuesei le importa un huevo de pato y otro de codorniz si Ucrania se adhiere a la OTAN o no, es pura estrategia de contención. De ahí que Putin se le suba a las barbas a toda una potencia económica como Europa y que los vaqueros se suban a los caballos para acudir en ayuda del amigo vaquero de la vieja guardia; quien, poe cierto, miró para otro lado y sin pestañear cuando el hijo de la gran Rusia se anexionó la península de Crimea: ni siquiera una reprimenda al matón de la clase, oiga.

También es verdad que la realidad de Europa es distinta a la percepción generalista y cortoplacista del populismo militante de este viejo continente tan proclive a adorar las fake news, que en buena medida provienen de los herederos militares, tecnológicos y cibernéticos del viejo Soviet, y en lanzar las campanas al vuelo cada vez que le entra una chinita en el zapato: siempre amenaza, pero nunca actúa. En fin, si no me creen por lo de las fake news, visiten esta página https://euvsdisinfo.eu/es/ y abran bien los ojos.

La incidencia de Rusia en los conflictos políticos y debates públicos del mundo es abrumador, llegando incluso a influir en unas elecciones de EE. UU. que aupó al demente Donald a alzarse con la presidencia; hasta tuvo sus más que notables escarceos en el proces independentista catalán, así como también los tuvo en el brexit, y sobre todo la apabullante connivencia con la ilógica ultraconservadora de los partidos neofascistas que pueblan europa. Entender esto y asumirlo como una dolorosa realidad es primordial y para ello creo necesario hacer mas pedagogía de política internacional en los medios para poder entender conflictos como el de Ucrania. Pero claro, aquí más que pedagogía se hace apología del acoso y derribo al contrario porque piensa distinto... y así nos va. Si no se ayuda a la ciudadanía con pedagogía de la realidad, nunca podrá entender lo que ocurre fuera de nuestras fronteras.

Putin no responde ni responderá nunca a ningún criterio democrático, porque es un oligarca con ínfulas dictatoriales. En su afán de emular a la gran Rusia de la Segunda Guerra Mundial, pretende resucitar el viejo Soviet del telón de acero y la guerra fría a base de perseguir periodistas críticos, encarcelar y asesinar opositores, anexionarse territorios, y utilizar la mejor herramienta de todas para producir conflictos, aprovecharse de ellos y salir airoso: las fake news que propaga por las redes sociales. La única diferencia entre la CCCP y este Soviet es el business, el resto es todo lo mismo con distinto collar.

Si entre los países de europa encontramos unidad de acción, por estos lares encontramos, a la chita callando, la nota discordante en forma de grito a cielo abierto, un acto de bajeza moral reprochable. El líder de la oposición, que debería arrimar el hombro sin condiciones ante un clima prebélico como el que nos ocupa —y alardear así de ese patriotismo del que sólo hace gala con banderitas y fanfarrias en campaña electoral—, se atreve a decir que España no tiene un papel relevante a nivel internacional por culpa de este gobierno socialcomunista. Voy a desempolvar la memoria más reciente en forma de mínimos ejemplos a modo de zascas infames: en el desalojo de Afganistán, hace unos meses, Ursula von der Layen dijo de España que 'era el alma de europa'; se celebró aquí, en plena pandemia, la cumbre del clima; organizaremos el próximo congreso de la OTAN, en junio, donde se deliberará las nuevas líneas políticas a seguir por los miembros del tratado; junto a francia; España LIDERÓ (suena raro, pero es la verdad) el impulso de los fondos europeos para la recuperación económica de Europa (en las antípodas de la bajada de pantalones de un tal eme punto Rajoy y su elenco de mirlos con el vientre suelto durante la crisis económica, que aún hoy seguimos pagando); a niveles diplomáticos, se ha conseguido restañar un tanto, con paciencia y soportando una torrencial lluvia de insultos infames, la imposición de un relato mitigador del independentismo, cosa que ni siquiera a niveles políticos el anterior gobierno fue capaz de liderar o imponer un relato político de soberanía nacional sobre el conflicto independentista; más bien, como no podría ser de otro modo, su metodología consistió en empujar por la fuerza y atropellar a sus impulsores y a la ciudadanía, como un Putin cualquiera con Krimea; y voy a aparcar el ridículo persistente de Casado y sus acólitos espantajos sin personalidad de utilizar fake news en Europa para desestabilizar la llegada de los fondos de recuperación a su propio país. Una cerilla mal prendida puede hacer saltar por los aires todo el arsenal que se está acumulando en la zona de conflicto ucraniano-ruso, y aquí cada cual a lo suyo, intentwndo sacar rédito electoral.

Conclusión: a pesar de todo, por muy turbia que parezca la cosa, no habrá guerra. Porque la inflación en Rusia está disparada en estos momentos, el rublo vale la mitad que hace ocho años, su economia se ve debilitada por las sanciones, es el PIB once en el mundo y el sesenta y cinco per capita (lo que habla de las profundas desigualdades que vive su ciudadanía), con la amenaza en la sombra sobre sus cabezas de que su mejor cliente (Europa) vaya a comprarle a Arabia el gas natural, y el cálculo, groso modo, del gasto militar por un conflicto de semejantes características haría desplomar sus indicadores económicos e incrementaría su deuda entorno al 10%... todo esto es una muestra de lo que en realidad hay detrás: una oportunidad para EE. UU de endosar unas decenas de miles de millones en armamento, a cobrar a medio plazo y con intereses.

Y Europa tampoco irá a la guerra porque Francia y Portugal tienen elecciones a la vuelta de la esquina; Italia continúa en el bucle convulso de su política doméstica; Alemania, Holanda y Bélgica andan temblando por el  probable cierre del grifo del gas y hasta la llegada de los Reyes Magos de oriente pasarían el invierno por hielo; Reino Unido aún se debate entre las fiestas de su jefe del estado en plena pandemia y la enconada inoperancia para hacer frente al brexit; y en España vamos a lo nuestro: arrojando piedras contra nuestro tejado y poniendo palos en las ruedas con los enésimos actos cainitas con fines partidistas: que te quites tú para ponerme yo; que cuanto peor, mejor, «ya levantaremos nosotros España a nuestra manera». Dicen que dos no se pelean si uno no quiere, el problema es que aquí a pesar de que una parte ni busca ni quiere pelea, sus contrincantes apuestan por la confrontación, porque es su obligación mostrar el arsenal de campaña electoral permanentemente: ni Putin, con toda su artillería mediática y militar, es tan persistente y metódico. Sin embargo, hay una incógnita en la ecuación que sobrevuela sobre nuestras cabezas como la hoja de una guillotina. Una incógnita que hace siempre estallar en mil pedazos cualquier previsión lógica: la locura. Sólo un loco se dispararía en el pie para tratar de hacer daño a terceros... y en eso la Historia nos ha dado maestros.







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