Published diciembre 04, 2017 by

Goles fantasmas

Casi se cumplía el minuto treinta de la primera mitad. La pelota oscilaba entre el centro del campo y el extremo derecho del ataque blaugrana con cierta torpeza, sin un objetivo estratégico claro, pero siempre en constante avance. Los silbidos del público de la ribera del Turia trataban de amilanar a los foráneos y al mismo tiempo azuzaban a los suyos en pos de una persecución al contrario con el objetivo evidente de robar el balón. Se hace un claro en el entramado defensivo del conjunto ché y penetra el defensa portugués del Barça por la banda derecha, rebasando la imaginaria línea divisoria entre la trinchera y la franja ancha del centro del campo. El esférico llega hasta los dominios del interior diestro croata del Barça, que sin apenas dudar un instante envía el balón hacia el ariete culé, desplazado, en una suerte de movimiento inverosímil, a ese flanco diestro del terreno de juego, intentando quizá arrastrar consigo el persistente e inquisitivo marcaje de los centrales, sabedores que otorgarle un palmo de terreno con comodidad y en posesión del balón podría significar una sentencia condenatoria.

De repente, aquel ve llegar al astro rey que más resplandece en el sistema planetario universal del balompié. Tras unos pequeños toques de control de balón, el ariete uruguayo se lo entrega en bandeja al eternísimo diestro argentino, que sin pensarlo dos veces, al primer toque, en el borde del área, con el interior del pie izquierdo, realiza un chut aparentemente inofensivo, pero con el tósigo violento que puede ofrecer una mamba negra al calibrar su mordisco. El veneno impregnado en el cuero, violentado con un efecto centrífugo favorecido con el toque sutil que arrastra el recorrido del balón sobre el interior del pie, hiere de muerte al guardameta, que escupe el balón sin ser consciente del emponzoñamiento que ha paralizado sus manos, escurriéndosele y rebotando en las paredes del corazón de sus dominios hasta alojarse en la meta. El esfuerzo inútil del guardameta ché permite claramente a todos dar por válido el gol y comienzan las celebraciones.

Sin embargo, mientras los más allegados iban ya a festejar con algarabías ese gol que abría las esperanzas de la victoria, que con justicia iba mereciendo el conjunto culé, el timonel de ese barco, el hombre de amarillo, con su toga ficticia de jurado, juez y ejecutor del predio deportivo, toma conciencia del peso del asunto. Dictamina, sosteniendo la balanza de su justicia divina, olvidando quitarse en los vestuarios la mordaza de sus ojos, e impidiéndole ver la evidencia: gol claro que viste sábana merengue para volar como un fantasma. Y el espectro recorre el feudo de Mestalla, va dejándose llevar en los pies del lateral ché hacia la portería contraria con marchamo de gol, aunque acabó siendo inquilino al final de innumerables castillos en el aire con el que alimentar los debates de cafeterías, bares, restaurantes, cenas, encíclicas, talleres, oficinas... Curiosamente, estos mismos que sufren la idiosincrasia de la justicia, recibieron el mismo trato de favor en La Rosaleda, con el mismo cariz pero con resultado favorable. Y es que donde las dan, las toman. El karma, dicen.

Ya quisiera yo que fuese así en todos los rincones. Lamentablemente, no. No sé si sabrán (intuyo que sí) que el PP está salpicado por tantos casos de corrupción que haría de este blog un serial interminable y angustioso. A mí me sigue sorprendiendo la capacidad de dominio y la paciencia de la ciudadanía de este estado español con respecto a la corrupción de los partidos que se aúpan al poder, y muy especialmente a un partido político que, en cualquier otro estado de la Unión Europea, ya habría sido declarado ilegal u obligado al menos a ser refundado. Tal cual lo merece el PSOE de Andalucía... Pero como suelen repetir los incautos ignorantes que aman ser esclavizados, como un mantra profundo de Kundalini Yoga, «prefieren que les robe un profesional a que les robe un perroflauta»; así queda implícitamente aceptado ser siervos oprimidos y que les roben la cartera y los donuts el de la corbata, y no el del perrito que ocupa todos los días la esquina. No obstante, quería detenerme en un pequeño detalle que casi pasa desapercibido y que apenas ha tenido repercusión, como muchos otros detalles que, de haberlos visto esos uniformados de amarillo que deciden los titulares, habrían puesto un altavoz del tamaño de un 155. Me estoy refiriendo a una de las innumerables jugadas maestras que acaban en golazo en fuera de juego o gol claro que traspasa la línea de meta pero no sube al marcador.

Puesto que las cosas de palacio van (excesivamente) despacio, durante el transcurso del partido hay siempre tiempo a cambiar las reglas de juego... o incluso a colocar elementos que hagan la vista gorda a las evidencias más flagrantes. Todo se inicia el pasado 20 de Mayo, en sesión plenaria del Congreso General del Poder Judicial, donde se nombra a Concepción Espejel como prresidenta de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional: en efecto, es el tribunal que juzgará el caso más grave de corrupción del PP, el que juzgará la presunta financiación irregular que mantuvo (hasta hace muy poquitas fechas) más de veinte años financiándose ilegalmente. Y ese tribunal ha cambiado a ultimísima hora de composición. Un cambio que depende indirectamente de aquel nombramiento del pasado mayo, quien al parecer iba a presidir los tribunales de Gürtel pero (válgame Dios, que de vez en cuando hay ciertos atisbos de cordura judicial) hubo recusación contra ella por sus propios compañeros debido a un problema de incompatibilidad por su más que flagrante proximidad al PP.

Ese ascenso de Espejel, y su sustituta, María José Rodríguez Dupla, ha derivado en el cambio a última hora, decidiendo hacer ejercer su alargada mano de presidir todos los juicios de su sección y que aún no se hayan iniciado, con el consecuente y escandaloso cambio de composición de sus tribunales... Rodríguez Dupla, conservadora de pro y afín a las lindes del Partido Popular, valedores y defensores de la despolitización de la justicia. Por decenas las protestas que solicitaban algunos magistrados, para que se respetaran éticamente las reglas de juego ya impartidas por la Audiencia Nacional. Pero la Sala de Gobierno, lejos de ver el gol legal traspasando la línea de meta, en su sánscrito arbitrio, hace oídos sordos y vista cansada y rechaza cualquier recurso contra aquélla decisión. Lo cierto es que se aplica a rajatabla las reglas de juego, que en el argot futbolístico es en caso de duda, no pitar. En el caso judicial, que se pueda cambiar la composición el tribunal siempre que no haya empezado la vista.

Dicho lo cual, a uno le hace asaltar la pregunta retórica: ¿acaso no es esto uno de los cientos de casos flagrantes de manipulación judicial? ¿No es esto un ejemplo más que evidente que no existe separación de poderes y que siempre tiene ventaja de arbitrio quien cope los sillones del poder, independientemente de quién sea quién los ocupe? Todo esto me trae a la memoria un pequeño pasaje que explica muy bien cómo han de tratarse las palabras según su significado y para lo que están designadas. Me refiero a una conversación que aparece en La Trilogía de Nueva York entre el falso detective Paul Auster (a quien suplanta Daniel Quinn) y su objetivo, el señor Stillman: «Ahora, mi pregunta es la siguiente: ¿qué sucede cuando una cosa ya no cumple su función? ¿Sigue siendo la misma cosa o se ha convertido en otra? Cuando arrancas la tela del paraguas, ¿el paraguas sigue siendo un paraguas? En general, la gente lo hace. Como máximo, dirán que el paraguas está roto. Para mí eso es un serio error, la fuente de todos nuestros problemas. Puede que se parezca a un paraguas, puede que haya sido un paraguas, pero ahora se ha convertido en otra cosa. La palabra, sin embargo, sigue siendo la misma. Por lo tanto, ya no puede expresar la cosa».

La Justicia, que debiera ser un ente social independiente de los poderes fácticos, es en realidad una burda marioneta, una muñeca vendada cuyos hilos manipulan quienes ostentan los sillones que unos incautos les otorgan cada cuatro años, creyendo ensalzar a la humildad y la verdad por encima de todo cuanto exista. Los mismos que les votan, los mismos que van al bar a protestar y a expresarlo por las redes sociales cuando se desengañan, desgañitándose vivos y sacando las zarpas de las palabras para zaherir al vecino del quinto o al hermano que está al otro lado de la ciudad. «Fue gol», «fue fuera de juego», «debían de haberlo expulsado»..., «son unos manipuladores», «son unos corruptos», «hay que sacarles del poder»..., y todo mientras mojan unos churros en el chocolate o se beben un gin-tonic a la salida del trabajo, o quizá junto a una caña y una tapa de ensaladilla rusa; porque los desagravios, las penas y las indignaciones, departidas con el estómago lleno o apaciguando la sed, son menores. Y así, cuando llegue el final del partido, todos a discutir al bar y a opinar para nuestros amigos en las redes sociales, donde crear debates absurdos y faltos de rigor se ha convertido ya en deporte nacional.

Así pues, cuando el gol parece gol pero no lo es, y viceversa, no puede llamarse gol, hay que aplicarle un apelativo o inventar una palabra para ello. Un paraguas deja de ser paraguas cuando no funciona como tal. La justicia deja de ser justicia cuando no funciona como tal. Por eso, cuando los más allegados ya iban a festejar con algarabías el juicio al PP con esperanzas de victoria, que con «justicia» iba mereciendo el conjunto de la ciudadanía, el timonel de ese barco, con su toga ficticia de jurado, juez y ejecutor del predio político, toma conciencia del peso del asunto, y dictamina sosteniendo la balanza de su justicia divina. Olvidamos quitarnos en los vestuarios la mordaza de los ojos, impidiéndonos ver la evidencia. Un gol claro que acabó siendo fantasma: un juicio claro de sentencia más que evidente que acabará en protesta de taberna.

«Y si ni siquiera podemos nombrar un objeto corriente que tenemos entre las manos, ¿cómo podemos esperar hablar de las cosas que verdaderamente nos conciernen? A menos que podamos comenzar a incorporar la noción de cambio a las palabras que usamos, continuaremos estando perdidos», concluía Peter Stillman al falso Paul Asuter, Daniel Quinn. Así que cuando llegue el final del partido todos a entregar nuestras almas en las próximas elecciones y a seguir discutiendo en el tercer tiempo si fue gol o no. Curiosamente, estos mismos que sufren la idiosincrasia de la justicia, recibieron el mismo trato de favor en su rosaleda de similares características, con el mismo cariz y con resultados favorables. Y es que donde las dan las toman. El karma, dicen.








Licencia Creative Commons
© Daniel Moscugat, 2017.
® Texto protegido por la propiedad intelectual. 
    email this