Daniel Moscugat

Nací en la localidad de Givors (Rhône-Alpes), provincia de Lyon (Francia), en 1971. He desarrollado la mayor parte de mi vida en tierras españolas. Afincado actualmente en Málaga, donde he trabajado en las cocinas de numerosos y reputados restaurantes y compaginando habitualmente esta faceta con otras labores artísticas que aquí me traen (es difícil vivir de lo que a uno le gusta, y más aún en los tiempos que corren). Maestros como Pedro Subijana o Martín Berasategui, de quienes aprendí a abrir los ojos y a tener disciplina, han sido y son referentes en el día a día en lo gastronómico, con el cuchillo en mano y el vapor acariciando siempre las mejillas y la inspiración... 

Desde pequeño tuve que beber de las amargas aguas en lo que a lo laboral se refiere y debía de aportar en casa económicamente en lo que buenamente pude; con apenas 12 o 13 años ya vendía de puerta en puerta tortas de aceite (de las que ya no se hacen), así como geranios o begonias. Mi primer contrato laboral lo firmé con 17. Hasta que comencé por el mundillo gastronómico hice incursiones en diversos oficios: carpintero, albañil, pescadero, limpiacristales...

Más tarde, los continuos escarceos por el mundillo cinematográfico audiovisual, pasando de puntillas por Globomedia y culminando por liderar una pequeña productora que la crisis económica y los egos incontrolados dieron buena cuenta de ella, me permiten mirar las cosas desde un punto de vista distinto, tal vez más universal. Ante las dificultades para continuar una labor tan ardua como infructífera, y siendo consciente que sobrevivir al amparo del trabajo artístico-audiovisual en España puede resultar más costoso que beneficioso, el mejor de los aliados o de los bálsamos posibles siempre fue el refugio de una cocina y el calor de sus fogones para continuar la lucha de la subsistencia sin abandonar el hábito creativo.

Paralelamente a aquello, desarrollo una cierta afinidad por la fotografía y el cine, todo basado en ese primer vistazo que queda congelado por siempre, a posteriori queda el revelado y poco más. Una foto que merece que la respeten no debe ser nunca manipulada en exceso... y mucho menos un buen plano. Me considero adorador del color, de la vitalidad y la luz. No está mal el blanco y negro, y para determinadas retrospectivas queda bien, sobre todo porque los revelados o imprimidos son más económicos, pero en esta época donde la tecnología facilita la visión de un ojo multicolor es más que evidente que, aunque no siempre, en la mayoría de las ocasiones la mayoría de fotógrafos utiliza el blanco y negro para enmascarar la vulgaridad y aplicar una capa de esnobismo tan falaz como innecesario. Quizá por esto apenas sí he expuesto alguna vez de manera individual y otras tantas colectivamente. Nunca me han interesado participar en premios o certámenes por razones que todos conocemos entre bastidores.

En cuanto a lo que a la literatura se refiere, escribo desde que aprendí a comunicarme y expresarme bien en español, entorno a los 10 años, completando con 12 años el relato del que más orgulloso me he sentido nunca: Juan, el malvado. Desde entonces escribí en la intimidad y poco ha salido a la luz por vergüenza y timidez: nunca creí que aquello que ponía sobre el papel fuese ni mucho menos digno de ver la luz, así que imaginen si pensaba que fuesen buenos.

Decidí no obstante echarme al mundo literario iniciados los 90. Logré escribir para alguna revista e incluso recibí algún que otro premio de relato corto y poesía (de cuyos nombres ni siquiera logro acordarme), hasta que un editor se fijó en mí. Alguien que pretendió publicarme, pero se fue todo al traste porque alguien tenía más currículo que el que les escribe. Se produce entonces un punto de inflexión en mi vida que me hizo abrir bien los ojos y replantearme esta faceta literaria. Me hallaba con las galeradas en mis manos, a punto de publicar el que pudiera haber sido mi primer libro (mediados de los 90), un recopilatorio de relatos (Destierro para perdedores se titulaba). Aquel volumen de relatos y otros tantos cientos y cientos (diría que miles) de páginas escritas fueron a parar a la basura; por entonces escribía en papel en la vieja olivetti que aún conservo. Comprendí muchas cosas en muy poco tiempo. Casi una década de silencio literario fue testigo de un largo paréntesis hasta que en 2002 volví a escribir de nuevo algún guión que otro..., por supuesto, tan solo para mí y para el reducido grupo de amigos que han podido soportar la prosa y el verso que he compartido con ellos. Aquel fue un duro golpe que me ayudó a entender sobre todo el porqué del negocio de la literatura, de la conveniencia y de la no conveniencia de ser o no publicado... de la dependencia absoluta de un currículo y del prestigio de unos premios  (en su inmensa mayoría logros pactados) que den peso al trabajo de uno, cuando es el trabajo el que siempre debe hablar por sí solo: por muy bueno que sea tu trabajo, la costumbre de los jurados es ver el currículum de los participantes, porque procuran dar el galardón a quien acumula prestigio, para así acopiar prestigio en futuras convocatorias...

Hay demasiados mercenarios en el mercado literario... Demasiados valores excepcionales ninguneados... Demasiada mediocridad ensalzada hasta la saciedad... Demasiados críticos cuyo único precepto es la infamia indocumental o la bienaventuranza si es un privilegiado amigote del autor o la editorial, o bien ha recibido una buena recompensa para engrosar la cuenta bancaria.

Entre medias, y en tiempo de ocio y libertad creativa, he dedicado las horas, además de a la lectura, a la pintura, al dibujo y al diseño gráfico, pero con igual dedicación que a la literatura... una pena que poco conservo de todo mi trabajo, pero que está en manos de quienes regalé mis horas de trabajo allende los años en que despreciaba las creaciones artísticas. Ahora me propongo volver a rememorar tiempos pasados con las puntuales muestras en las (así lo espero) futuras exposiciones. Sin ninguna pretensión, por más que las lenguas afiladas de los perros que mucho ladran y poco muerden intenten dar al traste a base de zancadillas venenosas tratando de voltear el trabajo de cualquiera que emita luz. 

¿Por qué he tardado tanto en dar visibilidad? Cierto es que alguna que otra vez lo he intentado, aunque cuando me he percatado de entrar en la vorágine de la que he huido siempre, me retiro voluntariamente para continuar preservando mi discreción. Aunque la realidad, la verdad, es que nunca lo he creído necesario... ni aun ahora estoy totalmente convencido de ello. Sin embargo, esta es la mejor de las ventanas posibles y el registro permanente que perdura en el tiempo de un modo sorprendente, aun sabiendo que siempre le resultaré de inspiración a aquellos que hábilmente mirarán con atención todo aquello que convenga y asimismo hacerlo suyo. Seguramente algunos de ustedes esperaban ver aquí, además, un currículo a base de logros académicos y demás parafernalia. Lamentablemente esto no encaja de ninguna de las maneras en este rinconcito ni en ningún otro lugar que dependa de mí: eso va a cargo de quienes viven en el aliento del reconocimiento continuo para demostrar querer ser alguien o enseñarnos que los avales que presenta les hacen ser incuestionables. Mi respeto ante todo a los seres humanos y su honestidad y respeto por sus congéneres: todo aquel que no tiene en su currículo estos preceptos para mí sobra. NUNCA HE SEGUIDO A UN LÍDER Y SEGUIRÉ CONTEMPLANDO TAL POSIBILIDAD MIENTRAS ME QUEDE UN ÁPICE DE DIGNIDAD.

Si me permiten la licencia, amparado tan solo en este instante por este puntito de falta de modestia, en aquellos incipientes años noventa de atribulada negación a publicar el que pudo ser mi primer volumen de relatos, me hicieron comprender que «quien sabe lo que vale no necesita reconocimientos»... He elegido (más bien tarde, lo reconozco) que disfruten conmigo de aquello con lo que disfruto. Ante todo Daniel Moscugat es un autodidacta empedernido, un caballero renacentista que no duda en aprender continua y constantemente cualquier disciplina y espero poder compartirlo con el mundo y que quede como legado en la memoria de la red de redes. 

Me considero un ser inquieto, obrero de materias dispares pero congregadas en el empeño y esfuerzo por estar ahí donde haya un modo de expresión... Progresivamente este web-blog se complementará con mis trabajos en retrospectiva y perspectiva a medida que vaya recuperándolos, o creando nuevos, y los iré exhibiendo para uso y disfrute del que termina de leer este mensaje a modo de autobiografía. Para finalizar, les resumo mi excepcional currículo: 

Para entender a una persona, no mires lo que ya ha conseguido, sino lo que aspira a hacer.
-Khalail Gibran-