Published abril 26, 2017 by

El dibujante maldito

Voy a contarles el capítulo más importante de mi vida hasta la fecha. El capítulo que ha determinado el devenir de mi existencia en la actualidad, mi leitmotiv, el palpitar que bombea mi sangre, el aire que respiro. Y Omitiré mi verdadera identidad para proteger los objetivos que llevo persiguiendo desde hace no mucho tiempo; compréndalo, he de velar por mis intereses. Hasta tengo que soportar a diario el esperpento de vivir bajo la apariencia de buen ciudadano, de tipo normal, en cierta medida huraño y un tanto introvertido; algunos dicen que soy un poco raro, desharrapado y greñudo, pero al fin y al cabo paso más o menos desapercibido entre la multitud, que es mi pretensión. Me propongo rememorar, por tanto, ciertos aspectos de mi vida, a grandes rasgos, que pusieron los cimientos de esta empresa que me he propuesto llevar a buen puerto (aunque mi ansia de venganza estriba en someter a mis contrincantes para que me dispensen el respeto que me deben).

Por favor, no quiero oír su opinión respecto a la bienaventuranza de evitar en lo posible la ejecución de una venganza, que el alma enferma por ello o cualquier frasecita de Coelho al uso. Me desentiendo siempre de esos mantras de cándido borrego del mismo modo como lo hago de la última rebanada de pan Bimbo. Dicho esto, parto con una “pequeña” ventaja en mi cruzada: como dibujante de comics eróticos disfrutaba (y disfruto, ya lo creo) bocetando escenas empañadas de vivencias personales y algunas que aún sueño con vivir; en mis ratos de ocio dedico largos paréntesis a ejercer de héroe en librerías de viejo rescatando a los maestros que plasmaron sus lecciones en viñetas ya casi olvidadas o extinguidas: son mi inspiración y mi alimento espiritual.

Uno de tantos días en los que me zambullía en esos mares de colores e imaginación que bañan mi estudio, casi llegando a la orilla en busca de la hamaca, la arena del tiempo me asaltó impostando contra mis designios, cual tormenta en el desierto, azotándome en forma de llamada telefónica: mi novia. Los minutos se escurrieron entre los dedos sin que me percatara de ello como la tinta que derramaba perfilando los dibujos, como arena clara y fina de un mar fantástico. Llegaba tarde una vez más. Antes de salir cumplí con mis plegarias a Superman y a la Patrulla X ante sendas láminas que yo mismo dibujé y vigilaban la puerta. Quedé en recoger a mi novia donde trabaja, a dos manzanas de mi guarida, para ir a cenar algo y sin embargo era ella quien esperaba en el soportal, con la discreción de un anónimo espía. Empezó a caerme un chaparrón de quejas murmuradas entre dientes del estilo “siempre tengo que venir a buscarte”, “todos los días lo mismo”, “…y si pudiera, me montaba una orgía con tus malditos dioses para entretenerme cada vez que tengo que esperar”. Esto último marcó mi conciencia como si me hubiera arañado con sus garras de loba hambrienta.

Tras la cena, se sintió cansada y quería irse a casa. Insistí en que me acompañara a rezar nuestras plegarias habituales en la barra de nuestro pub de siempre, ese templo infame de alcohol y pecados varios, y me aceptó un par de copas. A pesar de mis claros deseos de que durmiera esa noche en mi cueva, evitando claramente la más mínima intención de disimular mis pretensiones, ella decidió ‘cada uno en su casa y Dios en la de todos’. Habíamos tomado bastante vino durante la velada y varios gin-tonics, así que la acompañé a tomar un taxi y, tras contemplar cómo se alejaba la máquina preñada de mi pequeño tesoro, empequeñeciendo en el horizonte hasta desaparecer, me marché a casa un tanto tocado y cabizbajo. En cuanto entré fui directo al estudio para fumarme un maldito cigarrillo aliñado mientras ojeaba los últimos trazos de mis viñetas, que se balanceaban ante mis ojos como si realmente estuviesen ejecutando los movimientos sexuales ideados por mi bendita mano. Hasta el día de hoy no he podido recordar bien por qué extraña razón fui directo a la entrada para echar un vistazo a “mis dioses”, como si hubiese despertado en ese momento un sexto sentido, y, en efecto, ahí estaban las láminas vigilando la entrada de mi casa, aunque con la ausencia de sus protagonistas. Se me cayó el colocón a los pies. En ese instante recordé aquello de… “me montaría una orgía con tus dioses”. Y el colocón volvió a subirme de golpe. Todo me daba vueltas. Las ansias de resarcirme de algún modo me empujó a imaginar lo que pudo haber sucedido y mi lado maligno me obligó a postrarme ante la mesa de dibujo. Sepultado por multitud de bocetos y bajo la lujuria onírica de mi ya enfermizo cerebro, di rienda suelta a una perspicacia que caminaba por los senderos del averno. Los trazos cabalgaban entre El Verbo y El Génesis, llegando como punto culminante a un Apocalipsis que hizo arrodillarme emocionalmente a los pies de Richard Corben y Luís Royo. Ante tanto diluvio y tanto becerro de oro me hallaba que la madrugada casi había llamado a las puertas del alba. Y a la mía también: mi novia, un tanto melancólica y apesadumbrada, al parecer se había dejado las llaves en el trabajo y me pidió quedarse a dormir.

Las turbulentas aguas de la imaginación, envenenadas por la tempestad de una locura casi febril, se calmaron y desaparecieron en el horizonte y lo que quedaba de noche volvió a respirar al son de los insomnes grillos. Apenas le ofrecí un pijama cuando ya la acunaba Morfeo en su regazo. Dormía tal y como cayó en la cama y, tras liberarla de la prisión del atavío y arroparla, pude ver que se había hecho varias carreras en las medias. Obviamente, por mi cabeza comenzaron a sobrevolar las preguntas como buitres carroñeros: ¿dónde se había metido hasta tan tarde?, ¿y dónde estarían mis malditos “dioses”? Regresó cual centella el tormento del sexto sentido para mostrarme el camino hacia la puerta. Esta vez sí que estaban todos “mis dioses”, dando lugar a un hondo respiro creyéndome alucinado por los efluvios del alcohol y del cigarrillo aliñado. En cambio, al volver sobre mis pasos, un detalle me hizo sentir lo que siente La Cosa en su piel de granito cuando vi que el maldito Superman tenía un hilito de nylon color carne colgando del maldito cinturón amarillo que sustenta su maldito slip de marca sobre su maldito leotardo-pantalón azul, sonriendo el muy cabrón con sorna torera, como el espada que aguarda en perfil de ataque frente al astado que espera una muerte segura, como un asesino a sueldo que sonríe y disfruta empuñando su revolver ante su víctima...

Fue aquel día cuando decidí convertirme en “un dios” en pos de los trazos perfectos para crear al oponente perfecto. Y algún día huirán como cobardes ante mi creación y quedarán para perseguir faldas ajenas, por siempre sometidos al designio de mis manos. Llorarán a Mary Jane, a Lois Lane, a todas las demás... para que les saque del apuro y de camino suplicar un perdón inmerecido por sus continuas infidelidades. Así que dejé de ser héroe al rescate de mis maestros para convertirme en el peor de sus villanos. No seré tan estúpido como para exponer aquí mis métodos transgresores. Realmente estoy sediento de venganza; que no es el eslogan de ninguna marca de cerveza de alta gradación ni de bebida energética que valga. Tal vez Ud. esté pensando ya: “este tío está zumbao”. Pues si así es, rece lo que sepa para que siempre que abra las páginas de algún cómic no salga mi mano en busca de su apreciado cuello, lo sesgue como el tallo de una delicada flor y beba su sangre como si se tratase de un refrigerio natural. Dije que omitiría mi identidad, pero no quién firma esta amenaza.

El Dibujante Maldito.








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Published abril 24, 2017 by

La insoportable levedad del ser

Ha sucedido por enésima vez, y no será la última. Aún quedan muchos más escándalos por presenciar. De nuevo un responsable político cazado y (sorpresa) encarcelado provisionalmente por una sarta de delitos que más parece la lista de la compra. No hay palabras para expresar la suprema indignación que produce el saqueo al que nos han sometido los casi novecientos imputados por corrupción hasta la fecha... Han leído bien. ¡¡Novecientos imputados!! Ahora se les denomina investigados para dulcificar la desfachatez, la poca vergüenza, la ilegitimidad y la deshonra. Lo que algunos continúan llamando crisis económica es en realidad saqueo indiscriminado, primordialmente por crisis de valores y falta de respeto a los contribuyentes, a los que levantamos el país (si mi amigo puede robar, ¿por qué yo no?).

Que el altivo, orgulloso y cara dura otrora presidente de la comunidad de Madrid ingrese en prisión por el cúmulo de delitos, ni tan siquiera las lágrimas de la Espe serán capaces de convertir ese desierto de honradez en un vergel de dignidad. Pero esta punta del iceberg oculta muchas más miserias que también son merecedoras de denuncia, aunque lo cierto es que la creciente polarización de la política mitiga cualquier acto de decencia, dado que ya no se cuentan ciudadanos por electores, sino por acólitos y sectarios. Y este país no sólo es capaz de tolerar estas barbaridades que se perpetran en nombre de la democracia, sino también las alientan. Ahí tienen las encuestas del CIS que continúan dando como ganador a la organización política más corrupta de Europa, contribuyendo así a que España esté en la dudosa lista de los países más corruptos del mundo ocupando el puesto cuarenta y uno de ciento sesenta y siete censados, al nivel de Costa Rica o Georgia y percibidos como uno de los estados más corruptos en la zona europea. Es tanta la acumulación de basura, estamos sumergidos en tanta hediondez y se ha prolongado durante tanto tiempo, que nos hemos habituado a ella y la fetidez ya no nos produce náuseas, ni siquiera percibimos mal olor. incluso lo aceptamos como mal menor; mientras la mayoría escape de la quema, nadie moverá un dedo por ayudar al que se ahoga en detritos.

No voy a entrar en la parte de culpa que también tiene el dichoso partido que puso en activo un código penal que aprobó deprisa y corriendo, cuyas lagunas ya las vemos a distancia como columnas de humo en el horizonte perdido de la honradez de tanto como arde en las alcantarillas, y las vergüenzas que restan por quedar al aire como consecuencia del fallido código penal. Tampoco hará falta lanzar la madre de todas las bombas en Afganistán para conseguir elevar la cota de popularidad de la ineptitud y el caciquismo entre la población. Aquí sólo es necesario tener voluntad de hacer mal las cosas para conseguir resultados asombrosos. Con tal de evitar que intenten enmendar la plana desde la oposición es preferible que sigan robando los de siempre, porque más vale malo conocido que bueno por conocer.

Hace unos días el flamante premio Cervantes 2017, Eduardo Mendoza, hacía esta reflexión  a la que me sumo de pleno: «Vivimos tiempos confusos e inciertos. No me refiero a la política y a la economía. Ahí los tiempos siempre son inciertos, porque somos una especie atolondrada y agresiva y quizá mala, si hubiera otra especie con la que nos pudiéramos comparar». Sí, debemos asumir nuestra parte de culpa por tanta mezquindad, tanta maldad, tanta corrupción. Nosotros, especialmente aquellos que son incapaces de hacer autocrítica y que se exculpan de cualquier responsabilidad. Porque si te engañan una vez, cierto es que la culpa no es tuya. Si lo hacen por segunda vez, la culpa te corresponde por completo.

Que este es un país tan maravilloso como esperpéntico no es nada nuevo. Si Ramón María levantase la cabeza, probablemente lloraría de la emoción, porque encontraría en la actualidad que manejamos material más que suficiente como para crear otra vida literaria para la posteridad; nos dejaría retratos de nuestro querido y abandonado país probablemente impagables. España, como tilde en esa  ‘e’ de esperpéntico, es hoy, por desgracia y durante muchos años, el país de «que lo haga otro», o peor aún, el de «mañana lo hago». Un ejercicio de procrastinación perpetuo. El país de la desgana, del relax y de la fiesta, de la terracita y la cañita. Mañana arreglaré los papeles. Mañana dejaré de fumar. Mañana llamo por teléfono. Mañana comienzo la dieta. Mañana voy a verte. Mañana limpio la cocina. Mañana compro los billetes. Mañana doy explicaciones... Mañana, efeméride que sólo existe en nuestra imaginación colectiva de futuro inexistente. Y cuando se presenta la fecha, a correr para solucionarlo todo, y solucionarlo mal, porque las prisas nunca son buenas consejeras y quien mucho corre, atrás se halla, como decía mi abuela.

España es ese país que acumula personajillos a quienes se les da una gorrilla y se autoproclaman presidentes de la calle o de los metros cuadrados que tienen para dosificar parquímetros, y gobiernan la conducción de cuantos incautos penetran en sus lindes, o bien te miran de reojo tras el mostrador como si te perdonasen la vida al concederte el privilegio de poder cursar el trámite de una solicitud, sin mediar siquiera un miserable buenos días.

España es ese país que acumula peregrinos cascarrabias en todos los movimientos artísticos, señalando con el dedo (mal educados) a quienes pretenden salir del cascarón con sus primeros movimientos, o bien, si lo consiguen, les señalan por no estar bajo sus dominios. Esos que vigilan con ojo avizor y someten en su picadora de carne a los que deciden que no valen, o a quienes cuestionan su corbata, sus actos o su verborrea, o a los que deciden prescindir de su honorable presencia, o a quienes intentan contradecir cualquiera de sus mandamientos, cuál Moisés bajando del monte Sinaí enfervorizado ante su pueblo por abandonarse al becerro de oro y no someterse a sus sagrados preceptos.

España es ese país donde los méritos se deciden por consenso. No importa la calidad, sino la cantidad de títulos que seas capaz de acumular, porque son los que proporcionan la vida eterna en el mundo fantástico de las apariencias y las excelencias.

España es ese país de señoras que denuncian a un concejal por la execrable decisión de permitir publicitar el carnaval con un cartel de carácter iconoclasta, e incluso se permiten el lujo de sugerir la temática a evitar para futuras ocasiones.

España es ese país que compara y pone al mismo nivel a un senador que bebe coca-colas, pese a oponerse a su consumo, con el ex ministro más corrupto de la historia de la democracia española y al que se le siguen atribuyendo el milagro económico de principio de siglo.

España es ese país que pretende condenar a un profesor a cuatro años de cárcel por ejercer como docente y manifestarse para defender su profesión y puesto de trabajo.

España es ese país (el único país de Europa) donde se juzga y condena con penas de cárcel a los cómicos, a los humoristas e incluso a cualquier individuo de a pie por hacer chistes de mal gusto, incluso aunque el atenuante tenga mayor relación con poseer menos luces que un barco pirata que con la realidad en la que debemos vivir.

España es ese país donde la justicia condena a un ciudadano ejemplar a dos años y medio de prisión y por tener parentesco con la familia real le permiten el pasaporte, libre circulación para viajar por donde quiera y tener residencia fuera de nuestras fronteras.

España es ese país donde los primeros que han de dar ejemplo de solidaridad y empatía demuestran ser hábiles legisladores que permitan muros y fronteras, apostar por lo que nos separa y no por lo que nos une; porque les importa un pimiento y medio rábano de china los desahuciados, los sin techo, los desfavorecidos, los refugiados, los ciudadanos con escasos recursos... los más vulnerables de la sociedad. Pero a los bancos hay que cuidarlos y rescatarlos. La mayor preocupación de todos estos saqueadores de la palabra y la democracia es, aparte de desajustar lo que casi funcionaba por sí sólo, embolsarse todo lo posible y engrosar el patrimonio personal. Sálvese quien pueda, y aquí paz y en el cielo gloria.

España es ese país donde los niños no saben quién es Marcelino Sanz de Sautuola ni tienen puñetera idea de lo que hay en las cuevas de Altamira, ni qué es o qué significa Atapuerca, ni siquiera quienes son Séneca, Platón o Aristóteles. Y peor aún, los futuros gobernantes de este país terminarán sus estudios sin tener pajolera idea de quienes fueron Cervantes, Calderón de la Barca o Lope de Vega y todo el siglo de oro que les acompañan. Porque, insisto, este es un país que se ha idiotizado con tanta farándula y tanto fútbol y tanto circo de chulos y putas VIPs, y lo estará aún más; lo verán reflejado en apenas un lustro cuando la gente acabe votando represión o libertad.

Ya conocen indicios como el de la leona de la prensa del corazón, que manda a que le escriban sus memorias pseudobiográficas basadas en grandes dosis de imaginación, y en cuyas dos primeras de semanas de ventas logra colocar más de cien mil ejemplares, convirtiéndose a la postre en el libro más vendido del año. Y todavía hay que tirar de orgullo para tratar de celebrar el día del libro y pese a que es una rara avis que los que deben ser ejemplares en todo (para eso son los representantes de la ciudadanía) lean al menos doce libros al año, cosa que, a juzgar por cómo hablan, escriben y reflexionan, me sumerge en un mar de dudas razonables y me produce una sensación de ahogo constante.

Lo que sucede de verdad en este país es que estamos convencidos de que todo cuanto nos rodea nos es ajeno. Somos una especie «atolondrada y agresiva y quizá mala, si hubiera otra especie con la que nos pudiéramos comparar». No miren hacia el vecino, la culpabilidad de cuanto sucede es solo suya, nuestra. Mire su propio ombligo y hallará la respuesta. Indígnese por usted, por cuanto de mal esté haciendo. Haga autocrítica y pregúntese qué puede hacer para solucionarlo y seguro hallará múltiples respuestas, si de verdad es sincero consigo mismo o al menos empatice con su vecino. Porque un ladrillo apenas hace bulto, pero miles de ladrillos conforman un muro con capacidad para evitar que permeen todas las vergüenzas fecales con las que nos han enlodazado durante tantos años. Qué más da que se llame Ignacio González, Francisco Correa, Sonia Castedo, Francisco Camps, Luis Bárcenas, Francisco Granados o Luis Roldán, Rafael Vera, Juan Guerra o José Barrionuevo o como demonios resulte ser la lotería que le toque al próximo Carlos Fabra. El nombre es lo de menos. Mientras la justicia dependa de algún modo de esos, sus amiguetes y sus afines empresarios, nunca devolverán el dinero de lo robado y aunque den con los huesos en la cárcel, antes o después saldrán; suele ser siempre antes de tiempo, y por la puerta de atrás para no hacer ruido. Y nos importará una mierda. Porque la levedad del ser humano, del españolito de a pie, viene a ser tan complaciente como esa cervecita que alivie las penas y un pincho o unas gambitas que alimenten nuestras sonrisas y acompañen al bálsamo, que podamos fotografiarla y poder compartirla para recabar cuantos más me gusta posibles en el muro de nuestra red social favorita. Y esto, queridos amigos, es ya insoportable.








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Published abril 20, 2017 by

La timba del cangrejo




          Preámbulo

Una línea traza el tiempo
sobre el tapete de la existencia
y entre sus extremos
el fantasma del azar apremia...

suspira por los dados de
ayer y de mañana.

          Poema

Los cangrejos,
dipsómanos flemáticos,
huyen de sus timbas;
corren a lomos de un fantasma,
equívocamente hacia atrás,
asaltan el trazo de flanco a flanco
dejando atrás el ayer
y mirando siempre al mañana.

Yo voy de diestra a siniestra
contemplando el tiempo detenido
y el mañana desde infinitas perspectivas
apostando siempre a ganador...
aunque los dados me nieguen el amor.



Licencia Creative Commons
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© Jazmines para una Biznaga, 2016.
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Published abril 12, 2017 by

Siembra la noche...

Durante los años que trabajé y viví intensamente la noche (1994-1998) en bares de copas, pubs, como DJ y en última instancia en uno de los bares de copas donde comencé, pude observar de cerca cómo el comportamiento intrínseco del ser humano se transformaba, mudando la piel del día para configurar su metamorfosis en una segunda piel, con variables e indescifrables ausencias de guión que te hacían estar en alerta constantemente. Conocí innumerables individuos que durante el día parecían ser de un modo y durante la noche sacaban su verdadero yo y resultaban ser del modo que eran en realidad. Creo firmemente que durante el día todos desarrollamos nuestras virtudes y defectos bajo un guión preestablecido y es la llegada de la noche la que da rienda suelta a la improvisación; queda a un lado el guión que marca la pauta diaria y todo surge de ese ser que llevamos dentro; señal inequívoca de que vive en nosotros un Mr. Hide que brota bajo la nocturnidad y alevosía que emerge cual vampiro de la ausencia de sol y no necesariamente se aboga por el mal, sino por ese 'yo' que intrínsecamente atamos en corto. La noche siembra en todos los voluntarios que se prestan a esa improvisación y surgen todos esos comportamientos sin complejos y sin guión, a rienda suelta a la imaginación, desmelenados sin complejos. Este es un poema que data del año 1997 y que terminé a finales de 1998, poco después de abandonar la noche ante el riesgo de perecer consumido por sus abrasadores tentáculos, y bajo la ausencia de guión.




SIEMBRA LA NOCHE…


Siembra la noche vacíos tumultuosos
extrañas tormentas de lágrimas
lúgubres sonrisas de tramposos
paradigmas del deseo impreciso
arquitectura de las sombras
vacuas inocencias demoledoras
celebérrimos abandonos de peregrinos
breves distancias inacabables
cansancio apagado de los gritos
tumulto del ensordecedor susurro
maldades inherentes
galerías anónimas del porvenir
vasos llenos de desdichas
botellas vacías de equilibrio
paraísos angelicales monocolor
desvaríos del corazón monocordes
beodos en las penumbras
fantasmas sobre los pasos
infantiles recuerdos
reprimidos sentimientos
colores entumecidos por la luna
infiernos estridentes y multicolor
descansos del desasosiego
regresos al silencio de algún futuro
futuros vividos en el pasado
vidas disfrazadas de encanto...

siembra la noche
sobre ausencia de guión.




© Daniel Moscugat, 1998.
© La paradoja del salmón (inédito).
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Published abril 10, 2017 by

El furor equinoccial del cielo

Dos historias paralelas, diferentes, aunque gemelas entre sí, se unen a la sombra de este pequeño árbol del que brotan palabras, imbricadas con la savia que nace del manantial de la humildad, abrigadas por la nocturnidad y alevosía que la madrugada me otorga hoy involuntariamente: «juntos salimos de la patria un día; / por distintos caminos volveremos».

Me retrotraigo a la época cuando apenas comencé a leer y escribir correctamente en español. Nací en la pequeña localidad de Givors, a poco más de cincuenta kilómetros de Lyon. Llegué a Málaga sin apenas saber nada de Español a pesar de haber nacido en el seno de una familia española. Ni siquiera en el colegio se ocuparon de enseñarme correctamente o, al menos, preocuparse por mi adaptación. Así que ahí empecé a hacerme a mí mismo, iniciando mis andanzas por el sendero autodidacta que a posteriori hubo de ser el sino de toda mi vida hasta hoy.

Allá cuando gastaba doce primaveras llenas de verano, ensoñadoras de otoño y mordidas de invierno, escribí mi primer relato, mis primeras palabras como inventor de sueños. El escritor es un ser herido que necesita crear historias para no caer en la locura de morir en vida; necesita transfigurar la realidad y aprehenderla. Mi intención era escribir para muchos y amigarme así con el resto de los mortales, ayudarles a sanar de sus locuras y soledades, tal y como comencé a hacerlo, en principio, para mí mismo; más tarde comprendí que transfigurar la realidad era el método más elocuente de vivir, y que el secreto radica en que merece la pena con que tan solo un ser humano sea capaz de sentir un pellizquito por aquello que pusiste en el sentido de las palabras. Lástima que los avatares de la vida me arrancaron, vez tras vez, la posibilidad de educarme al amparo de las universitas y me obligaron a trabajar desde temprana edad para poder subsistir, sin posibilidad de compaginarlo con el crecimiento reglado intelectual. Aunque la vida me privó del academicismo, nada pudo evitar que royera libros por doquier para suplir aquella carencia, estudiando y aprendiendo por mi cuenta todo aquello por lo que sentí y siento curiosidad.

Poco a poco fui bifurcando el camino también hacia la poesía a pesar del rechazo de las editoriales y de los premios a los que en un principio aspiraba, aunque alguno que otro me otorgó las mieles del absurdo galardón, que solo sirve para crearte enemigos en la sombra más allá de la satisfacción personal. Perseguía infructuosamente abrirme camino en el mundo complejo de las letras, pues lo único que me otorgó la vida fue el aislamiento y el dolor, casi derrotado por los patrones de conducta que me dispensaban. A veces me vi rodeado de seres guarecidos por una felicidad inconmensurable, construida con ladrillos de paciencia y argamasa de esperanza abigarrada al dolor o a la desdicha, cosa que me ayudó a sobreponerme de cada caída.

Durante largo tiempo me autoexilié de todo y de todos. Abandoné las construcciones de otros mundos a base de palabras y el modelismo o el diseño formal de la transfiguración de la realidad a base de versos. La radio, ese extraño invento que parece recaudar los ecos que guarda el más allá para alertar las conciencias de los necesitados con sus voces, sus músicas y susurros, acompañaba mi nefanda soledad y me amparaba de la lluvia torrencial que me impedía buscar o emprender de nuevo el camino. La radio silenciaba la tormenta y la lluvia que repiqueteaba en el suelo como percusión ritual que convocaba los truenos y las centellas de tristezas ancestrales. La radio me salvaba de la espiral de locura, en definitiva, que la vida me otorgaba; era una carga ser testigo de cargo del mundo. Diría en otro tiempo que hablar por hablar sólo lo practican los seres de mínima enjundia, pero nadie habla por hablar en realidad: todo el mundo despliega las plumas de su conciencia en cada palabra concatenada con otra afín, dando sentido y colorido al plumaje de personalidad que comprende la experiencia humana, cual pavo real en su cortejo.

Me he visto siempre embargado por las desdichas de otros seres humanos, solitarios o indefensos por la inclemente soledad, individuos semiderrotados por otros patrones de conductas humanas más voraces, despiadadas y desgarradoras, esos que construyeron mundos y me ayudaron a mí a construirlos. También por seres tan sencillos como complejos que degustan una felicidad inconmensurable cimentada con ladrillos de paciencia y argamasa de soledad abigarrada al dolor o a la desdicha. Yo, un individuo como cualquier otro, me di cuenta que no fue bueno el camino del abandono de mí mismo, que un error puede a veces enmendarse con otro, que silenciar las construcciones de otros mundos con palabras y el modelismo o el diseño formal de la transfiguración de la realidad a base de versos fue una locura que tuvo afortunadamente buen remedio.
Así, después de tantos años, sigo con mis letras y mis mundos, y me dedico, aunque sea para unos pocos, para una minoría, y muy lejos de ambicionar alcance mediático, a hablar por hablar en mi blog. Y la radio, ese extraño invento que parece recaudar los ecos que guarda el más allá para alertar las conciencias de los necesitados con sus voces, sus músicas y susurros, sigue acompañándome ahora y al menos me ampara de la lluvia torrencial que me impide buscar o emprender nuevos caminos, aguardando siempre a que salga el sol y llegue una nueva primavera, llena de verano, ensoñadora de otoño y mordida de invierno. Para la primera persona que uno ha de hacer las cosas es para uno mismo, porque si no eres capaz de agradarte a ti mismo, jamás podrás agradar a nadie más. Así que me ha venido a la memoria esta pequeña síntesis tras la relectura de Catulo, y así termina este pequeño furor equinoccial del cielo. Me fui por donde llegué y por distintos caminos (y motivos) he vuelto.


XLVI(1)

CALIENTA ya la primavera el aire
y ya el furor equinoccial del cielo
céfiro templa con sus dulces soplos.
Las llanuras de Frigia ya abandonas,
Catulo, y de Nicea el suelo ardiente;
a las claras ciudades de Asia vuelas.
Ya el impaciente pie partir ansía
y cobra fuerza el excitado ánimo.
¡Adiós, mis compañeros de viaje!
Juntos salimos de la patria un día;
por distintos caminos volveremos.








© Daniel Moscugat, 2017.
® Texto protegido por la propiedad intelectual. 
(1) © Catulo, Poemas.
© Ediciones Plaza & Janes, SA, 1984
© De la traducción, introducción y notas, Mariano Roldán.
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Published abril 05, 2017 by

Sueños de la realidad geométrica



Desde el crepúsculo presentía la llegada.
Postrado ante una desnuda mesa,
cátedra acomodada inútilmente,
recuerdo incomparables paisajes
abrigado de entelequias insospechadas,
amortajado en desidias,
abigarrado en deseos:
al paseo de mi desdicha,
al recaudo de insolentes pensamientos,
al presidio de barrotes cristalinos,
al traqueteo de un trayecto sin retorno,
al reposo del pétreo silencio,
al amparo de una luz mate…

Todo se resquebraja por una nueva brisa
por donde penetra la luz,
desconcierto indisoluble de amenaza
retorciéndose en la mortaja de la piel,
acabando en estallido esa gravidez
dejándome desnudo
                               cobijado en su presencia.
Todo se vuelve silencio, todo se trunca
empañado quizá por las esquirlas
que rozan la nada al desgranarse
golpeando los cascabeles de mi sombrero tricolor,
cayendo sobre la nada
y silbando en su roce con el silencio;
(bufón inútil y parco en palabras...)
algo me empuja a un mundo sordo, mudo, inmóvil…
aunque nunca ciego.

Todo se nubla de noble niebla:
contemplando el firmamento
recibo el regalo de una cascada
                                                 de caracol sombrío,
bañando la realidad geométrica
ante mi presencia
                            detenida...

Sombrío fuego, calor de ensoñación.
Un par de gotas teñidas de luz crepuscular.
Una suave bocanada de flor.
Un cisne asomándose al destemplado cielo.
Mullidas almohadas para las lágrimas.
Amatista en el alma y equilibrio del horizonte.
Suave yugo para las curvas.
Ralas caracoladas de negro fuego.
Alimento para el hambriento al caminar.

…y desolado porque llega la noche
con sus sombras y sus recovecos
y sus desdichas y sus múltiples sueños.

Para dormir me enfundo el pijama,
desaliñada estupidez de bufón,
que no puede por más que rendirse
ante la insistencia del corazón
de cubrir la apesadumbrada testa
con el desenfado de un sombrero tricolor
de sonoros cascabeles dorados
para que aligeren y espanten la ensoñación
y nunca más cerrar los ojos,
esperando el encuentro de la no ficción
que a veces abraza la geometría.

Reviviendo el empañado vacío
de esas esquirlas que rozaron la nada
silbando a mis oídos aquella canción
me esperan la geometría y el silencio:
crápula del arte y bufón en el amor.






© Daniel Moscugat, 2014.
© La paradoja del salmón (inédito).
® Texto protegido por la propiedad intelectual. 

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Published abril 03, 2017 by

Cassandra y el caballo de Troya


Hace no muchas fechas me molesté en escribir una parrafada de esas que a veces me recriminan por demagogo (Somos como el ciervo). La traigo ahora a colación porque volvemos a remover (por enésima vez;  créanme que no será la última) esa argamasa en la que se fundamenta la democracia: libertad de expresión. Remarqué que está muy bien ese axioma, pero que no todo vale ni de cualquier manera. Así que me propongo promover esa deliberación para hacer un nuevo ejercicio de funambulismo con el objetivo de intentar al menos abrir los ojos a tanto ciego indocumentado que puebla esta España nuestra. No sé por qué me meto en camisa de once varas, la verdad, porque viendo las cosas con la distancia y el desafecto justo, con el que debieran verse siempre las cosas, es exponerme, por el contra, al tiro al blanco.

Recordando al gran Umberto Eco, a modo de guiño elocuente, en la recepción del doctorado honoris causa por la Universidad de Turín, comentó algo que tenía todos los visos de ser una realidad (cada día más candente y palpable, y que irá in crescendo a medida que todos los medios, sin excepción, va otorgando protagonismo progresivamente a tontosdelhaba con parné y sabelotodos con faltas de ortografía), pero que nadie se atrevía por entonces a decir en voz alta: «Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que en principio hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas». Sin paños calientes. Las redes sociales están minadas de legiones de idiotas que escriben mal y piensan peor, y lo más sorprendente es que se visten de aparente sapiencia como para confirmarse reyes de los idiotas, encumbrados por idiotas más ignorantes aún.

A vueltas con la libertad de expresión, insisto: no todo vale. Aunque habría que introducir en otro debate el nivel o cuantía de las sanciones que habría que aplicar a esta caterva de gilipollas sin fronteras que ocupan lugar y espacio en todas las redes sociales habidas y por haber, y que incluso se organizan para acosar y derribar al objetivo que les contradiga: pensar diferente o aportar una crítica constructiva es motivo de oprobio y persecución encarnizada, como si en la democracia solo cupiesen los que piensen como ellos; alejados totalmente de cualquier debate constructivo que aporte argumentos sólidos y creíbles. Y resulta del todo ambiguo, casi luctuoso, azogar con saña a una serie de incautos que tienen un pésimo gusto para el humor y dejar escapar a una serie de acervos que denigran con total impunidad, e incluso minimalismo, a personajes públicos por el simple desacuerdo de sus opiniones, porque simplemente les cae mal, porque hayan orinado un poco fuera del tiesto o incluso por el fallecimiento de un familiar en un momento poco propicio (sic); cualquier singladura es válida para rememorar la inquisición del siglo XXI. Los abismos de lo penal, las delimitaciones del humor, la permisividad a las distintas apologías vejatorias que a diario siembran de vómito las redes sociales…, una larga lista de asuntos inconclusos que bascula entre lo absurdo y lo esencial y que con cierta cotidianidad roza el ridículo. Hoy se congregan todos estos aspectos al unísono en un burdo maniqueismo que califica bien la idiosincrasia esperpéntica de nuestro reino.

El caso que ha hecho saltar, como polichinelas de feria, los resortes de la mezquindad de este país es el de Cassandra Vera; no es ni será el único ni el último. Ésta es una chica que ha adquirido fama recientemente por sus tuits incendiarios desde que tenía quince años. Cierto es que su dudoso sentido del humor sale por la tangente de la estulticia, pero la interpretación del humor es un capricho que depende en buena medida, al parecer, del magistrado que toma las riendas del tribunal de turno y no del público al que va dirigido. El delito de Cassandra es no haber hecho un par de mohines graciosos justo después de cada frase, acompañados por un redoble seco de percusión. Me vienen a la cabeza ahora las decenas de chistes, gracietas y demás alusiones claramente machistas que reproducen semanalmente un conocido programa donde la entrevista se desarrolla entre famosos al amparo de los fogones, cobijando con frecuencia ciertos aires retrógrados de humor casposo que suelen rozar las lindes de la incitación a la violencia de género, así como lindezas similares que denigran la figura de la mujer; incluso se silencia simplemente porque esto es España y aquí es que «somos mu graciosos y le sacamos punta a to». Si eso no les vale, tenemos también a todo un portavoz del grupo popular que se atrevió a decir, de un modo irónicamente chistoso, que a los familiares de las víctimas del franquismo que aún permanecen en las cunetas sólo les interesan por las subvenciones. A mi juicio, uno de los chistes malos más detestables y escabrosos que se haya emitido jamás por televisión en nuestro país. Oiga, y ahí sigue, cual navajero cani de barrio marginal pululando a su antojo por el hemiciclo, capaz incluso hasta de agredir a cualquiera de sus señorías en los pasillos por el simple hecho de disentir en sus sentires… y así nos irá en el futuro dando ese ejemplo de intransigencia pseudogolpista (recuérdenmelo dentro de unos años). La lista de estos energúmenos y casposos retrógrados sin fronteras que aprovechan la libertad de expresión para horadar en la herida de los débiles podría ser interminable...

Dicho lo cual, vayamos a lo mollar. La gravedad del asunto Casandra viene dado por un agravio comparativo: a Carrero Blanco se le considera víctima del terrorismo. ¡Ahí es nada! Usted no me ve, pero puede imaginarme llevándome las manos a la cabeza de puro espanto. Y este es, para mí, el quid principal de la cuestión. Primero, que la fiscalía presupone víctima del terrorismo a un sanguinario dictador. Segundo, que los chistes de mal gusto, pero chistes al fin y al cabo, acaben en condena de prisión. Como anexo, que las víctimas del terrorismo no hayan elevado la voz en contra de esta sentencia (que sugiere meter en el mismo saco a todos esos que murieron defendiendo la democracia junto al susodicho dictador) me parece algo más que sintomático.

Se ha recordado hasta la saciedad ese chiste que el diccionario del dúo cómico Tip y Coll en el que calificaba a Carrero Blanco: «de todos mis ascensos, el último ha sido el más rápido», o como cuando el Bombazo mix salió a la venta con una caricatura de la foto del presidente José María Aznar tras haber sufrido un ataque terrorista de ETA. Jocosidades más o menos del tamaño de esos tuits de la pobre infeliz de Cassandra, y que a fecha de hoy, y por el rasero que estamos percibiendo desde las instituciones judiciales, les hubiera llevado directos al trullo. Que ahora se denoste y destroce la vida de esta chiquilla por una ley que es interpretada de distinto modo según la sala de la audiencia que la lleve y la ideología política del magistrado de turno, significa que algo no funciona bien en la justicia, en particular, y en las instituciones, en general; y que el retroceso en cuanto a libertades se refiere es superlativo. Si en el año 84 o en el 95 chistes de ese calibre resultaban a todas luces inofensivos y ahora no, es que hay algo sintomático que provoca que no funcione del todo bien los resortes de esas libertades y, sobre todo, de la justicia. O quizá, y esta es una de mis teorías favoritas, es que estamos empapados de una ola de gilipollez que irá en aumento cuanto más protagonismo adquieran las redes sociales en nuestras vidas.

Cabe recordar un par de cosillas más. La ley también ampara el derecho a la dignidad de las personas y queda protegida por la Constitución, en primerísima instancia, y el código penal por defecto. Es curioso ver cómo a diario esputan y estallan ante nuestros ojos cientos de miles de tuits contra personajes públicos de todas las índoles, vilipendiados por el insulto a sus personas, familiares y entornos, sin contabilizar las amenazas de muerte, y ni siquiera hay voluntad por parte de la fiscalía para que actúe de oficio y haga lo que tenga que hacer, es decir, lo mismo que está haciendo contra la cabeza de turco de la tuitera Cassandra. Esa dignidad parece que importa poco.

La segunda cosa a reseñar es que ya la ley de amnistía de 1977 resolvió conmutar o exonerar las posibles penas a quienes perpetraron la barbarie del atentado contra Carrero Blanco, los de ambos bandos, mientras que no se diga lo contrario y a pesar de que esa ley sirvió para que una panda de criminales saliesen indemnes y con medallas remuneradas, y a pesar, también, de que esa amnistía debería aplicar a delitos de índole político y no de sangre. Resulta pues que cuarenta años después se sigue disculpando todo lo que tenga que ver con el régimen, en detrimento de aquellas personas que defienden o hacen uso de la libertad de elegir el humor como expresión de su libertad. Y me asalta entonces esta reflexión: ¿Significa todo esto, entonces, que los atentados de la resistencia francesa, por ejemplo, contra los nazis deben ser considerados actos de terrorismo? ¿Por qué se considera un acto de terrorismo el atentado contra Carrero Blanco, si en realidad, independientemente del ideario político que hubiese detrás, suponía más bien un acto de resistencia política? Este es, fundamentalmente, el doble rasero de los jueces de la Audiencia Nacional. Admitir a trámite y sentenciar por ello los hechos separados del contexto. Porque todo viene precedido de un contexto. O de dos: el que por el cual se produjo el atentado al dictador; y el de esos tuits que han prevalecido al parecer. Y me refiero a los tuits de Cassandra cuando apenas tenía 15 o 16 años. Un precedente de, como lo habría dicho el propio Umberto, de idiota púber e inconsciente al llevar a conversación universal, a través de Twitter, lo que debería haberse quedado en comentarios chistosos a la hora del bocata entre clases del instituto.

Recuerdo otra historia paralela que traigo a colación ahora para concluir. La sacerdotisa de Apolo, que también se llamaba Casandra; quien, si no recuerdo mal, a cambio de una noche carnal pedía el don de profetizar. Pero cuando se vio con ese don de la adivinación, decidió que a tomar vientos, Apolo, a meneársela se ha dicho, ni que fuese una cualquiera… En fin, que Apolo la maldijo escupiéndole a la boca y en ella llevaría la maldición de seguir poseyendo su don, pero sin poder de convicción nadie la creería jamás. Entre otras cosas, eso trajo consigo la caída de Troya puesto que nadie la tomó en serio en sus vaticinios. A Cassandra, la que se apellida Vera, murciana y española, la Audiencia Nacional le ha escupido en la propia boca de manera ruin y malversando la realidad. Porque le ha pesado el precedente de mal gusto y la inconsciencia que empapa de estupidez la pubertad de los mensajes que esputaba con síntomas evidentes de acné juvenil, dando por buenas y proféticas las palabras del bueno de Umberto Eco. Una Audiencia que ha rehusado tener en consideración, en cambio, el contexto por el que se perpetró el acto de sabotaje terrorista contra Carrero Blanco. Y la gran masa humana española vuelve el rostro ante la evidencia de la más que probable caída de Troya: España es el único país europeo con sentencias judiciales contra de distintos canales de medios humorísticos y personas físicas por hacer y practicar humor, independientemente del buen o mal gusto empleado (échenle un vistazo, por poner tan sólo un ejemplo, las portadas de la revista satírica Charlie Hebdo, quizá le aclare las ideas en este sentido). Ese caballo de Troya que penetra de manera tan grotesca en la cuidad está destrozando lo más preciado que tenemos: «No estoy de acuerdo con lo que dice, pero daría mi vida para que usted lo pueda decir», comentó la biógrafa de Voltaire, Evelyne Beatrice Hall. Destrozarle la vida por cuatro chistes de mal gusto a un ser humano, al que han tomado como caballo de Troya (y créanme que no será la última), es para tomarse muy en serio el estado en el que está la justicia, y sobre todo el estado moral e intelectual de este país, y hacer una profunda reflexión al respecto desde todos los ámbitos. La invasión de los idiotas, señor Umberto, es cada vez más preocupante, y parece que no sólo trasciende a las redes sociales.







© Daniel Moscugat, 2017.
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