"Un poeta es un mundo encerrado en un hombre", escribió Victor Hugo. El mundo que habita en el corazón del poeta es el compromiso con el hombre, con la honestidad hacia sí mismo, la reflexión como inflexión entre su intelecto y lo que le rodea. Tal que así, un mundo puede representarlo todo en una vida, y quizá la complejidad de lo que uno encuentra en el transcurso de ese todo universal que habita en cada ser humano empuja a indagar en el sentido que lleva consigo la propia vida para su sustento emocional. A lo largo y ancho del camino por donde uno transita tropieza con preguntas, medita y razona sus respuestas en pos de la comprensión de su propia existencia, la comprensión de ese mundo encerrado en sí mismo.
Cuando Aristóteles reflexiona en torno a la verdad que
encontramos en su "poética", podría resumirse en este axioma: el
nacimiento de un poema surge como consecuencia de dos factores naturales en el
hombre: la tendencia a la imitación y el ritmo y la armonía. Por lo que uno
entiende que la transfiguración de la realidad hacia la inclinación a buscar la
imitación del ser humano y todo lo que construye en torno a sí mismo acaba
brotando de la mano de Antonio José Royuela con un ritmo y una armonía que
dialoga con absoluta sencillez con el lector.
Desde el mismo título uno ya se sabe advertido, todo lo que
queda delimitado por zonas se separa del resto en espacios privados y concretos
o en espacios compartidos y funcionales. Un edificio de viviendas, un colegio,
el calor del hogar... todo queda
delimitado por espacios de uso privado, pero que dependen o quedan
interconectados por espacios de uso común donde los usuarios se congregan o han
de compartir otros. El poemario de Royuela se divide en espacios privados,
concretos, íntimos, espacios de reflexión donde elucubra en la intimidad, dando
voz imitada de la realidad para crear un espacio de diálogo donde conversa con
el lector con el ritmo y la armonía que la exposición de sus inquietudes
requiere.
Los espacios hallados en 'Zonas' son, como digo, de uso
privado de reflexión, unos, y de uso común, otros. La composición química de
los versos se resumen en sólido, líquido y gaseoso, dejando los espacios comunes en zonas, zona cero y zona sin clasificar.
No cabe duda que inicia los pasos de un modo personal a modo
de agradecimiento hacia los que le acompañan en el mundo que hay encerrado en
él: "De la mano de los que me curan
las heridas, / en esta guerra sin fecha final conocida. / De los que aún
quedándose sordo de un oído / gritarán para hacerse escuchar. / De los mismos
que nadaron hacia las islas / donde me perdí. / (...) / No me borrarán de sus
vértebras / como suelen hacerse con los sueños" . No tiene reparos en
abrir la mano y tiende puentes hacia la realidad que nos contempla con la
complicidad del lector, vertebra las dos caras de una misma verdad, el amor y
el desamor, hace visible las carencias que andan dispersas en un pasado que se
contempla en la distancia de los años y que pasan indefectiblemente como un
aprendizaje de lo propio y lo ajeno.
A destacar tres aspectos: el circunloquio zona cero deja claro desde el principio
hasta el final su compromiso social, su constante reflexión sobre la
incongruencia de un mundo que sufre las carencias de unos como consecuencia de
los excesos o la codicia de unos pocos. Un debate permanente que emplaza al
lector a sumarse a la reflexión. A éste le sigue la zona gaseosa, el espacio más volátil por los cambios que se
producen en su estado debido a los altibajos de temperatura. Una zona donde
descubre las variables intangibles e intrínsecas del amor y del desamor. Un
espacio de reflexión lleno de abnegación, manejando con franqueza las virtudes
y los defectos que entiende como verdad relativa. Con el riesgo que ello
conlleva, se acerca de manera honesta y sincera descubriendo ambas caras,
apelando al recuerdo, con cierta nostalgia, con la perspectiva de la
experiencia. Se adentra en la memoria y entre el recuerdo sale a flote la
tesitura de quien ya ve las cosas desde la distancia con cierta voluptuosidad. Por
último la zona sólida, su sostén, su
entorno y su propiedad, su tesoro más íntimo: "Lo que realmente te duele
es la lejanía de las voces / que cuidaste con tanto esmero, / la ausencia de
entusiasmo que veías en los ojos de los que te abrazábamos / al regreso de cualquier
salida, / o la nostalgia por ver caer la misma lluvia que juntos /
contemplábamos hace treinta años". Versos dedicados a una madre y que
diluvia nostalgia y agradecimientos en los posteriores versos, así como en los versos dedicados a quienes ocupan lugares más cercanos en su corazón.
Con Zonas, Antonio
José Royuela alcanza una cúspide de madurez intelectual, una voz de poeta
profundo y veladamente filosófico, un mundo que habita en sus reflexiones y que
adquieren un compromiso con el ser humano y toda su idiosincrasia. Con la
honestidad y la franqueza con la que se expresa hacia sí mismo, hace reflexionar
al lector desde las distintas perspectivas, en ocasiones con contundencia,
desde las distintas zonas: "En
un desahucio / cabe la letra pequeña en un impreso / cobarde y asesino, / las corbatas de usureros / que no
combinan con el color de las paredes / y el triste espectáculo de la
degradación / pública en un sueño". Zonas
es un mundo encerrado en un hombre.
WEB DEL AUTOR // ZONAS - ED. LASTURA
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© Daniel Moscugat, 2016.
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