Published marzo 26, 2018 by

Bocabaho

Traigo a la memoria un panfleto que escribí, recuerdo bien, bajo la influencia del alcohol (y, por qué no decirlo también, de la psicotropía de unas caladas del buen libanés). Aquello sucedió en el año 1994, parece que allá por el mes de mayo. Mi intención en primera instancia era plasmar aquí una perorata sobre la detención de Puigdemont y el independentismo, que ya hace aguas por doquier, porque construir un navío con un material tan endeble como el papel no podía tener otro final que el humdimiento (créanme si les digo que aludo a semejante connotación etimológica porque debieran ver esa película: Der Untergang (El Hundimiento, 2004), con un fabuloso, y a la vez cuasi cómico, Bruno Ganz en el papel de Adolf Hitler, con el que quería radiografiar el perpetuo estado de irresponsabilidad de los cuatro pelagatos que tienen a mal traer a la sociedad catalana). Pero al final he decido molestarles con un guiño del pasado que me ha llenado de nostalgia porque era un tiempo en el que escribía a bolígrafo todo cuanto podía y quería, y sólo pasaba a limpio cuando participaba en algún certamen literario (creía en la limpieza y honestidad de los concursos, hoy por hoy no por conocimiento de causa, e incluso sorprendentemente gané alguno que otro) o me iban a publicar alguna cosilla en alguna revista (era un tiempo en el que todavía se remitían los escritos por correo postal o por fax).

Al leer los trazos tan seguros y límpidos, a pesar de la perjudicada consciencia, me ha llenado de emoción ver que conservo ese papel y poder rescatar del olvido algo tan significativo para mí. Les pongo en situación. Durante los años 1994-1996 comencé a trabajar por las noches en un garito nocturno del centro de la capital, que de seguro los viejos rockeros de aquellos años conocerán si han deambulado por las calles de la vieja Málaga. Conocí individuos de los que podría escribir a buen seguro una novela de cada uno de ellos. Y quise retratar en aquel escrito el espíritu que se respiraba entre bambalinas, a todas luces fallido pero con más voluntad y prestancia que acierto me dispuse a divagar sobre compañeros, amigos y demás fauna nocturna sin más pretensión que el agradecimiento. Espero sean indulgentes con el que escribe, dado lo añejo del asunto y el ímpetu de la juventud. Decía así:


Semana tras semana observo a esos cavernícolas nocturnos pulular por doquier intercambiando sus pequeños tesoros por agua falsa de vida. Todos buscan como posesos un lugar donde cobijarse y no temer el engaño de las ratas de dientes de oro. Ese lugar existe y déjenme explicarles el porqué.

Alguien dijo que el estado ideal de una mente olvidada es observar la vida de forma rectilínea, invertida, hacia el suelo. Y es así de a gusto como un individuo siente las cosas más profundas y hermosas. Ése es el lugar, pero el porqué es algo más extenso.

En aquella cueva, los cavernícolas nocturnos se sienten apabullados por miles de razones. La gran mayoría aplauden la forma original de servir ese agua falsa de vida, pero se suele pedir dos veces porque de lo que se degusta con placer se suele repetir. Protegidos por una colmena de cristal, están los que ofrecen carcajadas bonachonas y automáticas, los que imitan peculiaridades de otros o la seriedad de una mueca simpática a tiempo compensado. Son los guardalíquidos de cuero y lágrimas los que imperan sobre el reino de las mentes olvidadas. Los sonidos de papel invisible merodean alrededor de todos envolviéndonos de un reino mágico de diversión y fantasía. A veces escapan de la realidad cuando los apretones de manos están sellados con la sangre del corazón. Es entonces, y no en otro momento, cuando brota en los cavernícolas nocturnos ese sentimiento de identificación con este reino.

Aquí es donde se produce el estado ideal de esas mentes. Donde se añoran amores olvidados por el tiempo, donde un sinfín de fábulas modernas se producen constantemente. Aquí es donde el líquido elemento corre por las cavidades sedientas de nuestras bocas gracias a un envase de extrañas formas pero reconocibles líneas geométricas. El juego que crea adicción sobre nuestra alma es inexpugnable. al igual que los irrecambiables servidores guardalíquidos de cuero y lágrimas. El tiempo tras esas colmenas de cristal les ha hecho ser tan duro como el cuero y sufridos como lagrimas amargas.

Bocabaho: este es el lugar. El estado ideal de las mentes olvidadas. Donde se producen hechos inenarrables y encantos venerados. Donde se disfruta con placer del agua importada del país de las faldas en recipientes de nenúfares. Donde el líquido elemento nunca tiene sabor, olor y color determinado o monótono y todo es una fantasía orgiástica multicolor.

Yo soy un simple 'escribidor' que presiente que nunca llegará al pedestal espiritual de las altas letras, porque pertenezco al reino de las palabras perdidas y desgastadas por la imperfección y allí me reconocen el mérito debido y justo, siempre junto a una botella de whisky.

Ante tal incertidumbre estoy seguro de que mientras la existencia del lugar al que dedico estas líneas se mantenga en pie, estaré allí para contemplarlo aunque mis células no se regeneren para ello; y aún no estando presente, quedará la incierta materia de mi espíritu.

La firma de un 'escribidor' perdido en el tiempo y en el reino de las letras gastadas por la imperfección, un cavernícola nocturno, una mosca de hierro y papel, una mente olvidada por el tiempo, chatarra de sangre y cielo, aquí se estampa. Por siempre jamás: Bocabaho.


Siento enrojecerse mis mejillas después de releer esta transcripción. Recuerdo bien el momento en el que escribí semejante incongruencia psicotrópica. Pero ahí la tienen, sin vaselina, ni correcciones. Un texto escrito junto a una botella de Jack Daniels y con un 'petardo' de marihuana entre los dedos mientras escuchaba 'Tormenta de tormento' de Corcobado y los Chatarreros de Sangre y Cielo. Sin aspiración alguna de querer aportar algo a la literatura (¿acaso alguien puede aportar algo nuevo sin mancharse de ignorancia las manos del ego?). Espero le sirva al menos de consuelo y de esperanza, sobre todo a aquellos que vivieron la nocturnidad y alevosía de refugiarse en alguna de las cuevas que abren a la noche para no morir por el sudor envenenado de una ceguera.








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