Published agosto 17, 2023 by

Senos

Senos es un libro de Ramón Gómez de la Serna. Una miscelánea erótica indispensable para comprender esa España en general que no se ve; la España idealizada de infinitérrimos mitos eróticos; la que grita un secreto a viva voz mostrando el canalillo del escote u ocultándolo intermitentemente a golpe de abanico; la que lo dobla en un papelito y guarda entre el sostén y la carne; la que presume de tener más de lo que en realidad lleva; la que muestra todo su encanto sin ambages porque no tiene nada que esconder; la que se reserva para mejor momento; la que sabe cuándo vestir encajes íntimos según para quién... El símbolo de la maternidad y fertilidad desde el principio de los tiempos... No en vano el librico estuvo largamente censurado y prohíbido por la dictadura franquista.

A colación de la exhibición reivindicativa de Eva Amaral mostrando sus senos al público, hemos podido observar hasta qué punto llega la deriva retrogrado-fascista, secundada por todos sus mamporreros mediáticos y demás esquizoides lobotomizados, balando sin cesar en protesta del acto fisico de usar su libertad para denunciar la estigmatización de la mujer en forma de desigualdad al mostrar una parte de la anatomía del cuerpo humano, tan incisiva e infernal cuando se trata de ellas, aunque tan neutra y aceptable cuando se trata de ellos. Lejos de todo esto queda la realidad, el icono, el símbolo, la síntesis de un discurso, la representación de una idea. 

En cualquier acto de reivindicación, en cualquier manifestación por causas humanitarias, en cualquier situación de lucha por orfandad o injusticia legislativa, vemos que van acompañados de símbolos que aglutinan un discurso, una idea, una causa que concentra todo su sentido, sin necesidad de explicaciones morfológicas, porque lo resumen todo, lo dicen todo. Un puño alzado, unos labios sellados por un aspa de cinta aislante negra, un minuto de silencio, una paloma blanca, una mano asiendo una rosa roja... simbología de diversa índole que no necesita desarrollo ni explicación. Apenas las he mencionado, usted ya sabe qué significan. Son símbolos que encuentran representación en quien cree en la causa que los representa o reivindican un acto de justicia.

En un manifiesto literario publicado en 1885, Jean Moréas definió la corriente socio-artística del simbolismo como «enemigo de la enseñanza, la declamación, la falsa sensibilidad y la descripción objetiva»1. Con el simbolismo se apuntaba hacia la búsqueda de sosiego espiritual, se protestaba por cansancio y desidia hacia toda esa problemática imperante a finales del siglo XIX y primeros de siglo XX en los ámbitos sociales, económicos, políticos, intelectuales, morales... De modo que esa corriente artística surgió como tendencia (de protesta) a utilizar símbolos que pudiesen explicar por sí solos todo un conglomerado de circunstancias que imperaban en todos los ámbitos de la sociedad. Cabría reseñar como capítulo destacado a lo largo de toda la historia del arte las innumerables obras artísticas que mostraban a la mujer de manera natural con sus senos a la vista contemplativa de todo cristo... Y todo a pesar de la férrea censura eclesiástica y puritana durante siglos.

Podría decirse que esta es la realidad: el problema de reivindicar la libertad (una palabra mancillada hasta la saciedad por los mismos de siempre hasta denigrarla al punto de reducirla al simbolismo de disfrutar de una cañita de cerveza en cualquier bar a cualquier hora, cueste lo que cueste) siempre tiene su oposición con ELLAS, no con ellos. Esos comentarios siempre van a denigrarlas a ELLAS, a silenciarlas, a reprimirlas. Ha pasado siempre a lo largo de toda la historia de la humanidad y ahora, bajo esta ola de retroceso moral e intelectual en pleno siglo XXI, hay intención, ya explícita, de volver al Jurásico; la turba de enfervorizados integristas de las redes sociales necesitan una Hipatia para volver a más siglos de oscurantismo. Se sienten cómodos con la simbología intelectual de hunga-hunga chaka-chaka, embistiendo contra todo lo que no cabe en sus ignorantes y retrógrados cerebros primarios; ya lo dijo Machado, visionario donde los haya en estos contenidos.

Es muy probable que todo esto tenga su origen en una «crisis de las ideologías y de los partidos: alguien ha dicho que estos últimos son ahora taxis a los que se suben un cabecilla o un capo mafioso que controlan votos, seleccionados con descaro según las oportunidades que ofrecen, y esto hace que la actitud hacia los tránsfugas sea incluso de comprensión y no ya de escándalo. No solo los individuos, sino la sociedad misma viven en un proceso continuo de precarización»2 (les suena, ¿verdad?); no le falta razón al bueno de Umberto Eco. Y cuán necesario es leer a esta gente que piensa y que nos ayudan a pensar, pero La isla de las tentaciones puede más que esto, pueden más dos tetas que dos carretas... para lo bueno y para lo malo. Es una lástima que para programas infames de televisión sí valgan las exhibiciones y para reivindicar derechos no. Como dice Umberto, la sociedad misma vive un proceso continuo de precarización en su origen político del matonismo y la deriva mafiosa que los sostiene.

Necesitamos rehumanizar y reivindicar un nuevo Renacimiento como símbolo intelectual, social y artístico para silenciar esa deriva fascista que está asolando la sociedad con su discurso retrógrado a volver a los valores de Teodosio. No es de extrañar que Ramón Gómez de la Serna reivindicara los senos y los elevara a categoría de arte, en una oda al simbolismo de todo lo que representaba: «opacidad convexa y muda parece siempre oponerse, desde luego, a la concavidad hospitalaria del sexo».  Necesitamos más nacimientos de Venus, más tres gracias, más Venus de Urbino, más majas desnudas, más columnas rotas de Frida, más olympias... y más amarales, más rigobertas y más rocíos y más zaharas... Que se vea como lo que es: lo opuesto a la caverna integrista del machismo patriarcal que todo el infierno lo resume en lo opuesto a la concavidad hospitalaria del sexo (aunque luego sean los más asiduos en los puticlubs). No entender el valor simbólico de enseñar las domingas en pleno concierto como reivindicación en un mundo hipersexualizado como el actual es de una estrechez mental digna de lo más casposo del medievo.

La canción de Eva Amaral en el momento de mostrarnos la opacidad convexa de sus senos dice: «Somos demasiados y no podrán pasar por encima de la vida que queremos heredar, donde no tenga miedo a decir lo que pienso». Es por eso que todo este panfleto, todo este desarrollo de reflexión, quedará siempre en agua de borrajas cada vez que con el solo gesto reivindicativo de todas las amarales del mundo decidan rebelarse contra la represión de tantos siglos en los que la Mujer tuvo que silenciar y ocultar y anular su ser, su existencia. Tiempos a donde unos pocos insisten en querer devolvernos, donde hasta las hormigas que hablan les rinde pleitesía. 






1) Manifest du Symbolisme, Jean Moréas. (1885). 
2) De la estupidez a la locura, Umberto Eco (Lumen, 2022).


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