Published diciembre 02, 2019 by

Puñetazos en el plexo solar de la conciencia.

Por primera vez España acoge una cumbre del clima, que a mi humilde parecer sirven para bien poco; a lo sumo para dar visibilidad al problema más grave al que se enfrenta el ser humano en la actualidad. Como no podía ser de otro modo, siempre que surge esta temática salen a la palestra los dobermans de turno para hacer caja en forma de réditos políticos. Nunca deja de sorprenderme lo despreciable que puede llegar a ser el humano. Es la primera vez, como digo, que acogemos un evento de semejante enjundia, y siempre aparece por el horizonte un cainita intentando reventar el acto. Algunos ya han demostrado ser expertos en ese terrorismo intelectual pro derechos humanos y de la mujer, y los que los alientan han aprendido bien la lección. «Por eso dejé que mi cuerpo siguiera siendo la expresión misma de la sorpresa sacudida por contundentes puñetazos en el plexo solar de la conciencia, mientras en un rincón del secreter de mi cerebro sabía que estaba a buen recaudo la respuesta»; este alarde intelectual lo plasmó el gran Montalbán en Cuarteto.

Uno siente esos puñetazos en el plexo solar ante actos de incivilidad deplorables, donde lo más importante no es el debate que debe interesarnos casi por obligación, sino el rédito político que se puede obtener con ello. Poco importa que el mes de julio fuese el más caluroso en todo el mundo desde que se tienen registros, tal y como lo comunicó Copernico Climate Change, que es algo así como un servicio temático proporcionado por la Unión Europea para vigilar el cambio climático; créanme que seguiremos rompiendo registros en los próximos años. Ni siquiera nos provoca sorpresa ver esas imágenes virales de osos polares escuálidos y raquíticos en busca de su hábitat natural, habida cuenta del deshielo de Groenlandia a un ritmo nunca visto, cosa que obliga a estos animales a deglutir plástico a falta de comida orgánica. Y poco apenas si se tiene conocimiento de algo tan inaudito como el enorme islote del tamaño de España, Francia y Alemania que se ha formado en pleno Océano Pacífico, compuesto de ingentes cantidades de basura industrial, primordialmente plástico.

Una anécdota: ¿Sabían que la Oficina de Libertad Intelectual, departamento dependiente de la Asociación de Bibliotecas de Estados Unidos (American Library Association), documentó 483 libros impugnados o prohibidos el pasado año 2018? Dicha Oficina organiza una semana anual de libros prohibidos, y esa fue la cantidad total de los que el año pasado no consiguieron pasar la censura. Ya saben: «Todo libro que ha sido echado a la hoguera ilumina el mundo», (Ralph W. Emerson). Es lo que suele suceder siempre que alguien grita «esta es la realidad» y no la que miran a través de la veladura que nos ciega a diario. El miedo a transitar por terreno desconocido obliga a sacar el escudo de la censura, el descrédito, el desprecio... Siempre hay alguien que protege intereses espurios y sale a la voz de su amo para reventar el acto. Recuerden a Greta Thunberg, una joven sueca, activista medioambiental como sus padres, que padece asperger, fue el blanco de brutales comentarios discriminatorios por una intervención en la ONU haciendo una defensa del planeta. La activista sueca se ha convertido en un fenómeno mundial por su lucha contra el cambio climático. Aquella fugaz exposición de unos hechos incontestables la convirtió en un icono para los jóvenes de su generación y para todos en general, pero también en una víctima de violencia verbal y odio en las redes sociales. 

Una escritora reporta por twitter unas fotos de Greta comiendo un plátano, «quiere reducir las emisiones de gases, y luego come plátanos que vienen de lejos. ¿Por qué no come una manzana, que se produce localmente en Suecia?». Otro escritor pone el foco de atención en que tiene dos perros grandes, «esos perros deben estar comiendo carne, y las vacas son la mayor fuente de emisión de metano y una vaca usa hasta 15.000 litros de agua antes de alcanzar la edad de sacrificio». Otro de los numerosos haters trolls de twitter, a los que defino amablemente ignorantes, pone el énfasis en que ha comprado un sándwich en el tren, que viene con una envoltura de plástico, y así está contribuyendo al daño causado por el plástico a los mares; o que «es curioso que se imponga no tomar aviones como medida de ejemplo a seguir, pero que con el uso de trenes está utilizando claramente la energía eléctrica, que sigue siendo generada básicamente por el carbón». Lo más execrable: propagar bulos del estilo «se está enriqueciendo de su cruzada y ha sacado de trabajar a sus padres»...

Vivimos en un auge de neoliberalismo donde el tsunami del nacionalismo, el populismo fascistoide, y la xenofobia siembran de credibilidad las noticias falsas malintencionadas. Es un mantra, incluso, para algunos medios de comunicación, que no pueden vivir sin propagar una falsedad a tiempo aun a sabiendas de publicar mentiras y provocar en ocasiones daños irreparables que difícilmente pueden restañarse con unas disculpas públicas en un rinconcito del rotativo en su página digital.Nos están llevando hacia cierto tipo de degradación humana que había quedado en el olvido y sólo teníamos en cuenta en los documentales históricos y en los libros. Esos libros que, de seguir así las cosas, acabarán por tener el dudoso honor de entrar en esa lista de volúmenes censurados de la Asociación de Bibliotecas del mundo. Hemos visto claramente en estas últimas campañas electorales cómo los partidos políticos hasta basan sus programas electorales en el descrédito a sus opositores y en bloquear, a base de engaños y mentiras e incluso serias agresiones contra la Constitución, cualquier forma de gobierno que no contribuya a la estupidez. Vivimos en un sistema social donde es imposible, materialmente, que alguien haga algo en este mundo sin que otro alguien contribuya a despreciarlo, menospreciarlo, menoscabarlo... contribuir a su derribo, bien sea por envidia, por intereses comerciales o electorales, etc. Y nada cambiará mientras el sistema político no corrija nuestro modo de vida poniendo como ejemplo su propio modus operandi, es decir, ejemplaridad; cosa que se me antoja improbable.

A una preadolescente como Greta, por el simple hecho de querer defender lo que ha aprendido en casa; por la educación que ha recibido de sus padres; porque entiende que su casa, el planeta Tierra, hay que cuidarlo; la han calificado de «perturbada», «aprovechada», «loca», «majara», «subnormal», «esquizofrénica», «violenta», «explotada por sus padres», «sierva del comunismo»... sólo por defender la absurda idea de que el planeta se deshace cayendo por la taza del váter y vamos camino de tirar de la cadena y desaparecer.

Y si sólo fuesen trolls tuiteros y haters (ignorantes en su totalidad), pues tendría cierto poso de languidez, porque el ruido sólo necesita tiempo para que se convierta en el polvo del silencio. Pero cuando todo un presidente del gobierno de los iuesei reacciona de manera verbalmente agresiva, como no podría ser de otro modo tratándose de un Trump(oso), acaba siendo gasolina para los incendiarios profesionales de Twitter: «Parece que es una niña muy feliz, entusiasmada por un futuro brillante y maravilloso. ¡Qué bonito verlo!», tuiteó el mandatario de forma irónica burlándose ante millones de seguidores y no seguidores en todo el mundo. FOX news, que le baila el agua cual radiestesista zahorí, (al igual que millones de medusas por todo el mundo), aprovechó la veda y lanzó un improperio del estilo barriobajero con navaja, nocturnidad y alevosía, impropio de un medio de comunicación gigante y serio: «una niña sueca mentalmente enferma de la que se están aprovechando sus padres y la izquierda internacional».

Pues sí, va a ser que la pobre Greta no sea mas que una marioneta de quienes denuncian que sesenta y cinco oligopolios en todo el mundo se reparten el 71 % de los gases de efecto invernadero del planeta y que lo que se debe hacer es criminalizar a la vecina del quinto por no reciclar sus plásticos. Que no digo que no esté bien eso de reciclar, pero ni ella ni miles de personas como ella deben sentirse culpables de la fabricación indiscriminada de plásticos, embalajes y productos desechables con base de polímeros en su mayoría.

Quizá la pobre Greta esté también siendo manipulada por los «izquierdosos» comunistas del mundo, que seguro son los causantes de los incendios provocados e indiscriminados del mes de agosto, haciendo que los niveles de CO2 del planeta fuesen los más altos registrados de los últimos dos millones de años, (coincidiendo con el abandono de los primeros 'homos' de África y su expansión hacia otros continentes). Y quizá sea Greta la que está detrás de los animalistas, que denuncian que el metano emitido por las macrogranjas de la industria ganadera vacuna y ovina de todo el planeta son las responsables de casi una cuarta parte de todas las emisiones de metano. Gas que contribuye al calentamiento global con un 15%. Además se espera que a finales del siglo XXI el efecto de este gas supere al del dióxido de carbono. Y con total seguridad, Greta es la vocera oficial del Registro Nacional de Emisiones (RENADE), cuyos estudios concluyen que un total de 79,53% de las emisiones de CO2 proceden de fuentes fijas cuyo origen lo poseen 20 empresas aquí en España, o que los investigadores del Global Carbon Project apuntan a que estas emisiones crecerán en torno al 2,7%, hasta llegar a superar las 37 gigatoneladas, lo que supone un récord nunca visto en la historia de la humanidad...

Pero todo esto, mis ilustres ignorantes, parece que nos cae lejos, aunque lo veamos venir a kilómetros de distancia. Miramos la televisión y atestiguamos así que es cierta la patraña que nos quieren vender los revolucionarios bolcheviques del mundo. Así hemos contemplado las catástrofes a lo largo de la historia y así seguimos viéndolas. Como si tuviésemos un grano sospechoso en la piel aunque al que no hacemos el menor caso, ni al picor ni a los síntomas. No era ni más ni menos que un cáncer de piel... hasta que es demasiado tarde para poner remedio. El problema de este planeta es un cáncer cuyos cuidados paliativos deben ser drásticos y urgentes. Esa peste, al igual que todas las pestes, nos pillará con los pantalones bajados y no podremos siquiera ni echar a correr.

Preferimos la censura antes que la acción, echar tierra al oponente político antes que arrimar el hombro para hallar la solución, dinamitar al que piensa diferente antes que reconocer un error, actuar como un perro de presa ante el adversario para sacar rédito político antes que arrimar el hombro para contribuir a encontrar soluciones a la emergencia climática. La política se ha convertido en un nido de depredadores, incivilizados y arribistas. Han creado un clima cultural y social que la ciudadanía ha aceptado como legítimo y poco importa la verdad si lo que consiguen con ello es crear un caldo de cultivo de crispación permanente que les ayude a llegar al poder, cueste lo que cueste.

Aunque se equivoquen, necesitamos más Greta Thunberg y menos Trump. Necesitamos que las páginas que escriben activistas y ciudadanos como ella a diario se incendien en la hoguera de las censuras para que iluminen al mundo y propinen puñetazos en el plexo solar de la conciencia de todo ser humano, especialmente de los que tienen el poder de revertir esta situación.

Espero y deseo que tengamos la fortuna suficiente para evitar que las curvas de la «s» de suerte no acaben bajo el tumulto de pies a la carrera de una «m» de muerte. Ojalá este planeta no sucumba a la incivilidad del ser humano que está al frente de una catástrofe anunciada, y anda exhibiéndose en un rincón del secreter de mi cerebro como el único final posible. Porque el «homo» del siglo XXI no tiene un lugar por donde escapar o expandirse como el de hace dos millones de años.






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