Published abril 19, 2020 by

Breves reflexiones sobre la pandemia (y III)


No tenía la menor intención de seguir haciendo reflexiones sobre esto, la verdad. Creo que con lo ya dicho poco más podría añadir con criterio y capacidad de análisis, dado que corro el riesgo de repetirme y todo lo ya expuesto se va a prolongar con sus derivadas y sus matices en los próximos años. Pero se da la circunstancia de que el lamentable estado en el que se encuentra la oposición al régimen chavista-bolivariano-terrorista-comunista-estalinista que nos gobierna, y a todo lo que se mueva para bien o para mal, me lo pone bastante fácil y me encuentro en esta tesitura de matizar. Aquélla se empeña en demostrar, con obcecado afán y alevosía, lo caciquil, borrego y abrazafarolas que son todos los que la componen en su conjunto. No nos merecemos esta bajeza de clase política que busca servir sus intereses y no los de la ciudadanía, aunque lo cierto es que da la impresión que no es más que el reflejo de la sociedad en la que vivimos. Así que, dadas las circunstancias, me he animado a plasmar unos apuntes a modo de apéndice a lo que ya he escrito al respecto.

Por un lado, se me están inflando las narices de que se trate de héroes a los que SIEMPRE están al pie del cañón, y no sólo ahora, porque parece que únicamente en estos tiempos de crisis sanitaria se están dejando la piel. Y por el otro tenemos que unos pocos concejales (no todos, por fortuna, porque eso sería guion de Berlanga) del ayuntamiento de Madrid, son LOS ÚNICOS que están dando la medida de lo que se les pide a unos gestores de lo público en estos momentos: unidad de acción, aparcar los blasones ideológicos y no aprovechar el momento para disparar al muñeco con el único fin de conseguir rédito político.

Al parecer, parece que todo el mundo ha olvidado esos comentarios despreciables hacia los médicos y trabajadores de la sanidad. Peor aún. Ya se nos ha olvidado que España es el país de Europa donde más agresiones reciben los profesionales sanitarios. Pero fue aparecer la pandemia por el horizonte y han pasado de ser villanos a héroes. Me enfada bastante muchos de los que se ahora asoman por el balcón todos los días a las ocho de la tarde hicieron alguna vez de verdugos contra esos «héroes» a los que ahora aplauden. Y es que «todo lo que uno hace tiene su eco en la eternidad». En la eternidad presente encontraron las cosas en un sistema sanitario diezmado y depauperado a base de bien, donde se antepusieron y se premiaron los intereses privados a los públicos. Se esquilmaron los recursos sanitarios y se dejó casi en la inanición su capacidad de absorción de paliar listas patológicas, clínicas o quirúrgicas. Miles de trabajadores a la calle y desalojadas otras tantas camas y material clínico, incluso quirófanos. Ahora, con miles de millones en el debe (hasta la fecha unos catorce mil mal contados, que en la práctica son muchos más), y miles de profesionales de menos, pretendemos hacer creer que los que ahí trabajan de forma precaria son unos héroes. No. Lo siento, conmigo no cuenten para eso. Son héroes todo el año, todos los años. 

Y sí, son humanos, se equivocan, y corren el riesgo de equivocarse con la salud, con nuestra salud, que es lo más importante que poseemos (y en estos tiempos parece que hemos despertado y de repente nos hemos percatado de ello... por el momento, probablemente todo el mundo lo olvide antes que después porque los humanos somos así de viles y desmemoriados). Dudo mucho que un médico pretenda equivocarse a sabiendas y lo haga para joderle la vida a su conciudadano. Pero lo que más repugnancia me da son los vómitos que vienen desde ciertos sectores exigiendo de forma pertinaz más y mejores recursos para atender a los enfermos, que la culpa es del presidente y del ministro de sanidad por permitir que trabajen los profesionales de la sanidad de forma precaria; son esos mismos que recortaron en los últimos años de mandato miles de millones de euros. Mientras, por otro lado, incluso ahora, defienden la sanidad privada y sugieren soto voce que con ésta nada de lo que acaece hubiera sucedido. Ahora, eso sí, tienen la desvergüenza de ser los primeros en salir en la foto aplaudiendo a las ocho de la tarde desde sus palcos. Ahora los sanitarios son carne de cañón, se les utilizan y se les ensalzan como a héroes, pero a la vuelta de la esquina (sí, es otro de mis presagios infalibles), cuando todo esto pase a la memoria colectiva y no sea más que un mal recuerdo, volverán a ser esos indeseables que cobran más de lo que merecen y volverán a recibir agresiones tanto físicas como estructurales. Y volverán banderas victoriosas al paso alegre de la paz hacia la privatización de todo lo que corre, nade o vuele: todo a la misma cazuela. Volverán las oscuras golondrinas / en tu balcón sus nidos a colgar, / y otra vez con el ala a sus cristales / jugando llamarán.

Hubiera dado igual a quien pertenece la bancada azul... Perdón, he de ser sincero e igual no da, porque de haber estado lo extremo todo se hubiera solucionado con tres avemarías y siete padrenuestros antes de salir de casa, nos pedirían (obligarían más bien) que nos envolviésemos con la bandera de España para protegernos y cantásemos como un mantra el cara al sol: no hay virus extranjero que pueda con la furia española. Cualquier otro incauto que hubiese estado al frente de esta crisis MUNDIAL (hay quien no lo ha pillado todavía y cree que esto es un contubernio comunista filoterrorista) hubiese cometido, si no los mismos, otros errores que hubiesen puesto de manifiesto la realidad: España, y el resto del mundo, ha demostrado que no está preparado para una pandemia como esta. Y la lógica es bien sencilla, la expliqué en la entrada anterior: es difícil montar una estantería de IKEA sin el pertinente cuadernillo de instrucciones, porque sin éste, o te sobrarán piezas, o no encajarán como debieran en su lugar.

Tenemos cuarenta y siete millones de almas aportando soluciones sin control, todos expertos en pandemias y virológos consumados y técnicos sanitarios, y ninguno ha tenido o tiene en cuenta que la cuarta economía de Europa no puede mover un solo dedo si la Unión Europea no da su visto bueno; es evidente que con nosotros ha metido la gamba a base de bien, y a Italia, al menos, ha pedido ya disculpas. Lo cierto es que, en mi humilde modo de ver, deberíamos ser un poco más sensatos con nosotros mismos y empecemos de una vez a reconocer que —a menos que en el futuro nos preparemos para ello— estamos vendidos y expuestos a la intemperie hasta que no conozcamos con exactitud cómo funciona este enemigo microscópico, donde tengamos que empezar a pensar en la creación de protocolos de actuación para los venideros (porque la COVID-19 no será el último virus que nos someta). Ni los mismos científicos del mundo saben con certeza el porqué de nada.

No obstante, hay en todo esto un minúsculo rayito de esperanza, aunque mucho me temo que «desaparecerá como lágrimas en la lluvia». Independientemente del color político o ideológico que tenga, la altura de miras y el saber estar del gobierno y la oposición del ayuntamiento de Madrid han dado una lección de qué y cómo debe ser un político en circunstancias de máxima exigencia y urgencia como las que nos vemos abocados. La oposición ofreciendo SIN CONDICIONES todo su apoyo; la portavoz, que decía tener «confianza sincera» en que el alcalde «esté comprometido con reducir el dolor de la pandemia».  Y en palabras textuales: «Queréis hacer lo mejor por vuestra ciudad y en ese sentido confiamos en vosotros».  Respuesta del Alcalde: «Nos acerca saber y ser conscientes de que tenemos un objetivo común, puede que por diferentes caminos y distintos medios, pero tenemos un objetivo común». Éstos pueden llamarse políticos, los que tienden la mano y se ofrecen para ayudar a que la vida de los ciudadanos sea mejor, sobre todo si de lo que se trata es de salvar vidas. Que no todos los caminos conducen a Roma, pero distintos vehículos pueden acercarnos hasta ella. Llegar antes o después dependerá de los obstáculos que encontremos por el camino. Visto lo visto, con la mediocridad de que pulula por el congreso de los diputados, España llegará tarde a todo y seremos de los últimos en salir de esta crisis sanitaria, social, política y económica, a menos que no comencemos a arrimar a una todos el hombro. Dicho lo cual, toda esta pantomima les va a durar lo que dure el confinamiento... Cuando salgamos a la calle, van a ver cómo el agua y el aceite, que se han mezclado en frío, van a crepitar en una suerte de artificios rimbombantes cuando les caiga el sol encima.

Si hay alguien (y son legiones, me queda claro) que no entiende que los que deben atajar una crisis socio-sanitaria y económica de esta envergadura no son los sanitarios (que son héroes todo el año y no sólo estas semanas trágicas), sino los gestores que manejan los resortes de este país, que a su vez deberían dejar de lado los blasones de sus feudos y trabajar juntos sin condiciones, entonces debería plantearse si su miseria no le deja ver el bosque y las ideas que defiende no han esquilmado la salud del sentido común que se presupone a un sapien cualquiera. Porque si su la defensa de blasón prevalece sobre la vida humana, espero que cuando que pueda oírse para nadie los acordes del himno político que defiende. Si no hay capacidad para reconocer que TODOS nos equivocarnos, como lo haría un médico o un terapeuta, héroes anónimos de estos tiempos que corren, pero villanos en el futuro próximo, entonces nos situamos definitivamente en vías de extinción 


P.D.: Usted no sabe aún que lo peor está por venir. Piense que este mundo está gobernado por locos y el más aventajado gobierna los iuesei. Deje que al mandatario norteamericano le explote la cabeza pensando que que hay un culpable de todo (y será China) por cualquiera de los motivos que no sea capaz de comprender. Entonces conocerá de primera mano lo que es el miedo, y peor aún: lo que es una pandemia de verdad. 








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